El Santo Padre prosiguió este miércoles con las catequesis sobre la virtud de la esperanza
(ZENIT – Ciudad del Vaticano). El papa Francisco llegó como todos los miércoles a la audiencia general que se realizó en el Aula Pablo VI del Vaticano, debido al frío del invierno europeo. Los miles de peregrinos que allí le esperaban lo recibieron con gran entusiasmo y no faltó la oportunidad para que el Santo Padre pudiera bendecir a algunos niños y enfermos.
En el resumen de la catequesis que realizó en idioma español el Papa recordó que “siguiendo con la lectura de la Carta a los Tesalonicenses, reflexionamos con san Pablo sobre la dimensión comunitaria y eclesial de la esperanza cristiana”.
Señaló así que “la esperanza, para alimentarse, tiene necesidad de un ‘cuerpo’, en el que todos los miembros se sostienen y se animan”, sin olvidar que “Nosotros formamos parte de un cuerpo que es la Iglesia, y estamos llamados a sostenernos mutuamente en la esperanza”.
“De aquí la necesidad -prosiguió Francisco- de rezar unos por otros, en especial por aquellos que tienen una responsabilidad o se encuentran en dificultad”.
Recordó también que “muchos hermanos nuestros nos enseñan a esperar y a mantener viva la esperanza. Los pobres y los humildes nos dan un gran testimonio de esto, porque experimentan cada día muchas pruebas, pero saben que más allá de la tristeza está el Señor, que es rico en misericordia y en paz”.
Aseguró además que “la Iglesia, este cuerpo al que pertenecemos, está animada por el Espíritu Santo. Su presencia en nosotros nos alienta a no temer algún mal, pues el Señor está a nuestro lado y nos cuida siempre”.
Al concluir el resumen, el Pontífice saludó “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los animo a invocar la presencia del Espíritu Santo en sus vidas, también en medio de sus familias y comunidades, para que se avive en nosotros la llama de la caridad y nos haga signos vivos de la esperanza para toda la familia humana”.
Sergio Mora
El Santo Padre en la audiencia pide rezar por los Rohingyas y migrantes maltratados
Soldados de Birmania maltratan a Rohingyas
Un pueblo musulmán expulsado de su patria, Birmania, debido a sus tradiciones. En botes giran por las costas de otros países que no les dejan desembarcar
El santo padre Francisco ha abogado durante la audiencia general del 8 de febrero de 2017 en favor de la minoría musulmana de Birmania, los Rohingyas, perseguidos en su país y rechazados por todas partes, . “Ellos son gente buena, gente pacífica”, dijo el Papa.
El Santo Padre en el encuentro semanal que se realizó en el Aula Pablo VI del Vaticano recordó también a “los migrantes expulsados, explotados”, especialmente “nuestros hermanos Rohingyas, expulsados de Birmania, que van de aquí para allá porque nadie los quiere”.
Ellos son “gente buena y pacífica. Ellos no son cristianos pero son buenos, son nuestros hermanos y hermanas”, añadió afectuosamente, desencadenando los aplausos de los presentes.
Los Rohingyas, prosiguió el Papa, “sufren desde hace años, fueron torturados, asesinados, simplemente por tener sus tradiciones, su fe musulmana”.
Invitó así a “rezar por ellos a Nuestro Padre que está en el cielo, todos juntos, por nuestros hermanos y hermanas Rohingyas”.
De acuerdo a las informaciones de Arakan Project, la organización humanitaria que defiende los derehos de los Rohingyas, desde el 2010, unos 100 mil integrantes de esta minoría huyeron de Birmania por mar. La violencia entre los budistas radicales y Rohingyas ha producido después del 2012, más de 200 muertos y 140 mil desplazados.
No es la primera vez que el Papa expresa su solidaridad por este pueblo. En su homilía del 19 de mayo de 2015 en la Residencia Santa Marta en el Vaticano, pidió por ellos tras la llegada de miles de migrantes abandonados en las costas de Indonesia, Tailandia, y Malasia. “Pensemos hoy a los pobres Rohingyas de Birmania. Saliendo de su paria para escaparse de las persecuciones no saben más dónde ir. De hecho desde hace meses que están en sus botes… Ellos llegan a un puerto y le dan agua y comida, y les dicen: “váyanse”… Esto sucede hoy en día.
También en agoso de 2015, el Papa recordó la tragedia de este pueblo delante del Movimiento Eucarístico de Jóvenes: “Es un conflicto que no ha sido resuelto, es una guerra, y esto se llama violencia, esto se llama matar”.
Anita Bourdin
Francisco: ‘Estaré en comunión con los peregrinos que festejan en Lourdes’
“Estaré con todo mi corazón en comunión con los peregrinos que festejarán a Nuestra Señora de Lourdes, en particular con los enfermos”, dijo el papa Francisco en italiano, palabras inmediatamente traducidas en francés, durante la audiencia general de este miércoles 8 de febrero de 2017, en la Sala Pablo VI del Vaticano.
Los jóvenes franceses reaccionaron calurosamente a las palabras del Santo Padre y él les saludó con la mano, sonriendo al mirarlos.
“Saludo cordialmente –dijo el Papa– a los peregrinos que hablan francés, en particular a los jóvenes que viene de Francia. Estaré en comunión de oración con los peregrinos que el sábado festejarán a Nuestra Señora de Lourdes, en particular con los enfermos. La Virgen Inmaculada les dé el coraje y la esperanza y los custodie en la paz”.
El evento será el próximo sábado 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y ’25º Jornada mundial del enfermo’, que tendrá lugar en el santuario mariano fancés, por la treceava vez después que fue instituida en 1992, tras las celebraciones de 1993 y 2004. El tema de la jornada es: “Maravillarse por todo lo que Dios ha realizado: el Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas…”.
El cardenal secretario de estado, Pietro Parolin será el legado pontificio.
Anita Bourdin
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 8 de febrero de 2017
“Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
El miércoles pasado hemos visto que san Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses, exhorta a mantenerse radicados en la esperanza de la Resurrección.
Con esa hermosa palabra ‘estaremos siempre con el Señor’. En el mismo contexto el Apóstol muesta que la esperanza cristiana no tiene solamente una dimensión personal, individual, pero comunitaria y eclesial. Todos nosotros esperamos, todos nosotros tenemos esperanza también comunitariamente.
Por esto la mirada es rápidamente ampliada por Pablo a todas las comunidades cristianas a las que pide que recen mutuamente unas por otras y de apoyarse entre sí.
Ayudarse mutuamente. Pero no solo ayudarse en las necesidades, en las tantas necesidades de la vida cotidiana, sino ayudarnos en la esperanza, sostenernos en la esperanza.Y no es una casualidad que empiece refiriéndose a aquellos a quienes se ha confiado la responsabilidad y la guía pastoral.
Ellos son los primeros a ser llamados y a alimentar la esperanza, y esto no porque sean mejores que los otros, sino en virtud de un ministerio divino que va mucho más allá de sus fuerzas. Por eso necesitan también el respeto, la comprensión y el apoyo benévolo de todos.
La atención después es puesta en los hermanos que corren más peligro de perder la esperanza, de caer en la desesperación. Nosotros tenemos siempre noticias de gente que cae en la desesperación y hacen malas cosas…La desesperación los lleva a tantas cosas malas”.
La referencia es a quien ha perdido el ánimo, a quien es débil, a quien se siente abatido por el peso de la vida y de sus pecados y no logra más levantarse.
En estos casos, la cercanía y el calor de toda la Iglesia deben ser aún más intensos y amorosos tomando la forma particular de la compasión, que no es sentir lástima: la compasión es padecer con el otro, acercarse al que sufre; una palabra, una caricia pero que salgan del corazón: esto es compasión.
Para quien necesita conforto de la consolación. Esto es de suma importancia: la esperanza cristiana no puede prescindir de la caridad genuina y concreta. El mismo Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Romanos, dice con el corazón en la mano: “‘sotros, los que somos fuertes –que tenemos la fe, la esperanza o no tenemos tantas dificultades– tenemos el deber de llevar las flaquezas de los débiles sin complacernos a nosotros mismos’.
Llevar, llevar las debilidades de los demás. Este testimonio no permanece encerrado en los confines de la comunidad cristiana: resuena en toda su fuerza también fuera de ella, en el contexto social y civil, como una llamada a no crear muros sino puentes, a no devolver mal por mal, sino a vencer el mal con el bien, la ofensa con el perdón. El cristiano nunca puede decir: ¡me la pagarás!, nunca; la ofensa se vence con el perdón, para vivir en paz con todos. ¡Esta es la Iglesia! Y así obra la esperanza cristiana, cuando asume los rasgos fuertes y al mismo tiempo tiernos del amor.
El amor es fuerte y tierno”. Es bello. Se entiende entonces que no se aprende a esperar solos. Nadie aprende a esperar solo. No es posible. La esperanza, para alimentarse tiene necesidad de un “cuerpo” en el que todos los miembros se sostienen y se animan mutuamente. Esto entonces significa que si tenemos esperanza es porque muchos de nuestros hermanos y hermanas nos han enseñado la esperanza y han mantenido viva nuestra esperanza.
Y entre estos están los pequeños, los pobres, los sencillos, los marginados. Sí, porque no conoce la esperanza quien se encierra en su propio bienestar: espera solo en su bienestar y eso no es esperanza, es seguridad relativa; no conoce la esperanza quien se cierra en su propia satisfacción, quien siente siempre que está bien… Tienen esperanza en cambio uienes experimentan todos los días las pruebas, la precariedad y sus propios límites.
Son estos hermanos nuestros los que nos dan el testimonio más hermoso, más fuerte, porque se mantienen firmes confiando en el Señor, sabiendo que más allá de la tristeza, de la opresión y de la inevitabilidad de la muerte, la última palabra será suya, y será una palabra de misericordia, de vida y de paz.
Quien espera, espera escuchar un día estas palabras: “Ven, ven a mi, hermano; ven, hermana, para toda la eternidad”. Queridos amigos, si como hemos dicho la demora habitual de la esperanza es un ‘cuerpo’ solidario, en el caso de la esperanza cristiana este cuerpo es la Iglesia, mientras que el aliento vital, el alma de esta esperanza es el Espíritu Santo.
Sin el Espíritu Santo no es posible tener esperanza. Por eso el apóstol Pablo nos invita al final a invocarlo continuamente. Si no es fácil creer, mucho menos es esperar.
Es más difícil esperar que creer, es más difícil. Pero cuando el Espíritu Santo vive en nuestros corazones, es Él a hacernos entender que no hay que temer, que el Señor está cerca y nos cuida; y es Él quien modela nuestras comunidades, en un perenne Pentecostés, como signos vivos de esperanza para la familia humana. Gracias”.
Texto traducido por ZENIT
Imagen: El Papa en la audiencia general comenta la vida de santa Bakhita