El Santo Padre recibe a la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Allí donde violencia llama a violencia y violencia siembra muerte, “nuestra respuesta es el puro fermento del Evangelio que, sin prestarse a las lógicas de la fuerza, hace surgir frutos de vida también de la tierra árida y auroras de esperanza después de las noches del terror”. Es la invitación del papa Francisco, en su discurso a los miembros de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales. Esta Comisión nació en el 2003 y ha llegado ya a su 14º encuentro.
Tal y como ha señalado el Santo Padre en su discurso, el grupo ha reflexionado esta semana sobre “aspectos históricos, teológicos y eclesiológicos” de la eucaristía. Y mientras les anima a proseguir, Francisco se muestra con la esperanza de que esta obra pueda indicar “vías preciosas para nuestro recorrido”, facilitando el camino hacia “ese día tan esperado en el que tendremos la gracia de celebrar el Sacrificio del Señor en el mismo altar, como signo de la comunión eclesial plenamente restablecida”.
Por otro lado, el Pontífice ha observado que muchos de los presentes asisten diariamente a la “furia de la violencia y a actos terribles” perpetrados por el extremismo fundamentalista. En esta línea, Francisco ha asegurado ser consciente de que “situaciones de tal trágico sufrimiento arraigan más fácilmente en contextos de pobreza, injusticia y exclusión social” debidas también “a la inestabilidad generada por intereses de partes, a menudo externas, y de muchos conflictos precedentes, que han producido condiciones de vida miserables, desiertos culturales y espirituales en los cuales es fácil manipular e instigar al odio”.
Por esta razón, el Santo Padre ha invitado a los presentes a llamar a “sembrar concordia” y a “reconstruir pacientemente la esperanza”, consolando “con la paz que viene del Señor”.
Vuestros sufrimientos son nuestros sufrimientos, ha asegurado el Pontífice. Por eso se une a ellos e la oración, “invocando el final de los conflictos y la cercanía de Dios a las poblaciones probadas, especialmente a los niños, los enfermos y los ancianos”. De forma particular, el Santo Padre recuerda tener en el corazón a los “obispos, sacerdotes, consagrados y fieles, víctimas de secuestros crueles, y a todos aquellos que han sido tomados como rehenes y reducidos a la esclavitud”.
Por otro lado, el Papa ha pedido que sean de apoyo para las comunidades cristiana “la intercesión y el ejemplo de muchos mártires y santos nuestros, que han dado valiente testimonio de Cristo”. Ellos “nos revelan el corazón de nuestra fe, que no consiste en un mensaje genérico de paz y de reconciliación, sino en Jesús mismo, crucificado y resucitado”, ha añadido.
El centro de la vida cristiana, el misterio de Jesús muerto y resucitado por amor, “es el punto de referencia también para nuestro camino hacia la plena unidad”, ha recordado. Mártires y santos de todas las tradiciones eclesiales –ha añadido– son ya en Cristo una sola cosa y sus nombres están escritos en el único e indivisible martirologio de la Iglesia de Dios. Asimismo, ha asegurado que “su vida ofrecida en don” nos llama a la comunión, a caminar más rápidamente en el camino hacia la plena unidad.
Como en la Iglesia primitiva –ha concluido el discurso– la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos, así hoy la sangre de muchos mártires sea semilla de unidad entre los creyentes, signo e instrumento de un futuro en comunión y en paz.
Rocío Lancho García