Ciudad del Vaticano, 9 junio 2014 (VIS).-Los Jardines Vaticanos fueron ayer tarde el marco de la Invocación por la paz, la iniciativa a la que el papa Francisco invitó durante su reciente peregrinación a Tierra Santa, a los presidentes Shimon Peres y Mahmoud Abbas, para pedir el don de la paz entre los pueblos israelí y palestino. En Santa Marta se unió a ellos el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, para desde allí trasladarse en automóvil a los Jardines Vaticanos, donde los esperaban sus respectivas delegaciones. El encuentro comenzó con las siguientes palabras: «Que el Señor os conceda la paz! Nos hemos reunido en este lugar, los israelíes y los palestinos, los Judíos, cristianos y musulmanes, para ofrecer nuestra oración por la paz para Tierra Santa y para todos sus habitantes «.
El encuentro se desarrolló en tres fases, a las que siguió una conclusión. Siguiendo el orden cronológico comenzó la comunidad religiosa judía, a continuación, la cristiana y por último la musulmana. La primera fase, para las tres comunidades, fue la de la alabanza a Dios por el don de la creación y por habernos creado miembros de una sola familia humana. La segunda fue una petición de perdón a Dios por no actuar como hermanos y hermanas; y por los pecados contra Dios y contra el prójimo. En la tercera se invocó de Dios el don de la paz en Tierra Santa y la capacidad de convertirnos en constructores de paz. Cada una de las fases iba acompañada de un breve interludio musical. Una meditación musical más prolongada concluyó cada una de las tres partes principales. Al final, antes de intercambiar un apretón de manos y plantar un pequeño olivo como un signo del deseo común de paz entre el pueblo palestino y el pueblo israelí, tomaron la palabra el Santo Padre, el presidente Shimon Peres y el presidente Mahmud Abbas.
Discurso del Papa Francisco
»Señores Presidentes, Santidad, hermanos y hermanas-dijo el Papa Francisco- Los saludo con gran alegría, y deseo ofrecerles, a ustedes y a las distinguidas Delegaciones que les acompañan, la misma bienvenida calurosa que me han deparado en mi reciente peregrinación a Tierra Santa. Gracias desde el fondo de mi corazón por haber aceptado mi invitación a venir aquí para implorar de Dios, juntos, el don de la paz. Espero que este encuentro sea un camino en busca de lo que une, para superar lo que divide. Y gracias a Vuestra Santidad, venerado hermano Bartolomé, por estar aquí conmigo para recibir a estos ilustres huéspedes. Su participación es un gran don, un valioso apoyo y testimonio de la senda que, como cristianos, estamos siguiendo hacia la plena unidad».
»Su presencia, Señores Presidentes, es un gran signo de fraternidad, que hacen como hijos de Abraham, y expresión concreta de confianza en Dios, Señor de la historia, que hoy nos mira como hermanos uno de otro, y desea conducirnos por sus vías. Este encuentro nuestro para invocar la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en todo el mundo, está acompañado por la oración de tantas personas, de diferentes culturas, naciones, lenguas y religiones: personas que han rezado por este encuentro y que ahora están unidos a nosotros en la misma invocación. Es un encuentro que responde al deseo ardiente de cuantos anhelan la paz, y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos.».
»Señores Presidentes, el mundo es un legado que hemos recibido de nuestros antepasados, pero también un préstamo de nuestros hijos: hijos que están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz; hijos que nos piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad. Muchos, demasiados de estos hijos han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración. Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano. Que su memoria nos infunda el valor de la paz, la fuerza de perseverar en el diálogo a toda costa, la paciencia para tejer día tras día el entramado cada vez más robusto de una convivencia respetuosa y pacífica, para gloria de Dios y el bien de todos».
»Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo. La historia nos enseña que nuestras fuerzas no son suficientes. Más de una vez hemos estado cerca de la paz, pero el maligno, por diversos medios, ha conseguido impedirla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios. No renunciamos a nuestras responsabilidades, pero invocamos a Dios como un acto de suprema responsabilidad, de cara a nuestras conciencias y de frente a nuestros pueblos. Hemos escuchado una llamada, y debemos responder: la llamada a romper la espiral del odio y la violencia; a doblegarla con una sola palabra: `hermano´. Pero para decir esta palabra, todos debemos levantar la mirada al cielo, y reconocernos hijos de un solo Padre. A él me dirijo yo, en el Espíritu de Jesucristo, pidiendo la intercesión de la Virgen María, hija de Tierra Santa y Madre nuestra. Señor, Dios de paz, escucha nuestra súplica».
»Hemos intentado muchas veces y durante muchos años resolver nuestros conflictos con nuestras fuerzas, y también con nuestras armas; tantos momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas; tantas esperanzas abatidas… Pero nuestros esfuerzos han sido en vano. Ahora, Señor, ayúdanos tú. Danos tú la paz, enséñanos tú la paz, guíanos tú hacia la paz. Abre nuestros ojos y nuestros corazones, y danos la valentía para decir: »¡Nunca más la guerra»; »con la guerra, todo queda destruido». Infúndenos el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz. Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre »hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén.
Palabras del presidente de Israel Shimon Peres
»He venido de la Ciudad Santa de Jerusalén -afirmó- para darle las gracias por su invitación excepcional. La Ciudad Santa de Jerusalén es el corazón del pueblo judío. En hebreo, nuestra antigua lengua, la palabra Jerusalén y la palabra «paz» tienen la misma raíz. De hecho, paz es la visión misma de Jerusalén. Como leemos en el Libro de los Salmos: «Pedid por la paz de Jerusalén. Vivan seguros los que te aman. Haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios. A mis hermanos y mis amigos he de decir «La paz sea contigo. Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien»».
»Durante su histórica visita a la Tierra Santa -prosiguió- nos ha conmovido con la calidez de su corazón, la sinceridad de sus intenciones, su modestia, su bondad. Ha llegado al corazón de las personas – independientemente de su fe o nacionalidad- . Se ha presentado como un constructor de puentes de fraternidad y de paz. Todos necesitamos la inspiración que acompaña a su carácter y su camino. Gracias».
»Dos pueblos – israelíes y palestinos – todavía desean ardientemente la paz. Las lágrimas de las madres por sus hijos todavía están grabadas en nuestros corazones. Debemos poner fin a los gritos, a la violencia, a los conflictos. Todos necesitamos la paz. La paz entre iguales. Su invitación a unirme a ustedes en esta importante ceremonia para rezar por la paz, aquí, en los jardines del Vaticano, en presencia de las autoridades judías, cristianas, musulmanas y drusas, refleja hermosamente su visión de la aspiración que todos compartimos: Paz. En esta ocasión conmovedora, desbordantes de esperanza y llenos de fe, elevamos con usted, Santo Padre, una oración por la paz entre las religiones, naciones, comunidades, hombres y mujeres. Que la verdadera paz se convierta en nuestra heredad con rapidez y prontitud».
»Nuestro Libro de los Libros nos impone el camino de la paz, y nos pide que trabajemos por su realización. Dice el libro de los Proverbios: «Sus caminos son caminos de gracia, y todos sus senderos son de paz.» Así tienen que ser nuestros caminos. Caminos de gracia y paz. No es casualidad que el rabino Akiva resumiera la esencia de nuestra ley con una sola frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Todos somos iguales ante el Señor. Todos somos parte de la familia humana. Por lo tanto, sin paz no estamos completos y todavía tenemos que cumplir la misión de la humanidad. La paz no se consigue fácilmente. Debemos luchar con todas nuestras fuerzas para alcanzarla. Para alcanzarla pronto. Incluso si requiere sacrificios o concesiones. El Libro de los Salmos nos dice: «Si amas la vida y deseas ver días largos, frena tu lengua del mal y tus labios de la mentira. Aléjate del mal y haz el bien, busca la paz y síguela. «
Esto significa que debemos buscar la paz. Cada año. Todos los días. Nosotros nos saludamos con esta bendición: Shalom, Salam. Debemos ser dignos del significado profundo y exigente de esta bendición. Aun cuando la paz parezca lejana, tenemos que perseguirla para hacerla más cercana Y si buscamos la paz con perseverancia y con fe la alcanzaremos. Y durará gracias a nosotros, a todos nosotros, de todos los credos, de todas las naciones, conforme a lo escrito: «Transformarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra». El alma se eleva con la lectura de estos versos de visión eterna. Y podemos – juntos y ahora, israelíes y palestinos – transformar nuestra noble visión en una realidad de riqueza y prosperidad. Está en nuestro poder llevar la paz a nuestros hijos. Este es nuestro deber, la misión santa de los padres. Permítanme concluir con una oración: »El que hace la paz en los cielos haga la paz sobre nosotros y sobre todo Israel y el mundo entero, y digamos: Amén».
Palabras del presidente del Estado de Palestina, Mahmud Abbas
»Es realmente un gran honor para nosotros encontrarnos de nuevo con Su Santidad el Papa Francisco en cumplimiento de su amable invitación para disfrutar de su presencia espiritual y noble y escuchar sus pensamientos y su sabiduría cristalina que emanan de un corazón sano, de una conciencia vibrante, así como de un elevado sentido de la ética y la religión. Doy las gracias a Su Santidad desde el fondo de mi corazón por haber convocado esta importante reunión aquí en el Vaticano. Al mismo tiempo, agradecemos mucho su visita a la Tierra Santa de Palestina, y específicamente a nuestras ciudades santas de Jerusalén y Belén; la ciudad del amor y la paz, y la cuna de Jesucristo. La visita es una expresión sincera de su fe en la paz y un intento creíble para lograr la paz entre los palestinos y los israelíes».
»¡Oh Dios, siempre te alabamos por haber hecho de Jerusalén nuestra puerta del cielo!. Como dice el Santo Corán: «¡Gloria a Aquel que hizo que su siervo viajase de noche desde el lugar sagrado de la adoración al lugar más alto de la adoración cuyos alrededores hemos bendecido!» Tu hiciste de la peregrinación y la oración en este lugar los mejores actos que los fieles puedan hacer en tu honor, y has expresado tu promesa de fe con las palabras: «Entrad en el Masjid como hicisteis por primera vez.» Dios Todopoderoso ha dicho la verdad»
»¡Oh Dios de los Cielos y la Tierra, acepta mi oración para la realización de la verdad, la paz y la justicia en mi patria Palestina, en la región y en el mundo entero! Señor te suplico, en nombre de mi pueblo, el pueblo de Palestina – musulmanes, cristianos y samaritanos – que anhela ardientemente una paz justa, una vida digna y la libertad; Señor te suplico que hagas que el futuro de nuestro pueblo sea próspero y prometedor, con libertad en un estado soberano e independiente. Concede, oh Señor, a nuestra región y a su pueblo, seguridad, salvación y estabilidad. Salva nuestra ciudad bendita Jerusalén; la primera Kiblah, la segunda Santa Mezquita, la tercera de las dos Santas Mezquitas y la ciudad de las bendiciones y la paz con todo lo que la rodea».
»La reconciliación y la paz, Señor, son nuestro meta. Dios, en Su Libro Sagrado dice a los fieles: «Haced paz entre vosotros » Estamos aquí, Señor, orientados hacia la paz. Haz firmes nuestros pasos y corona de éxito nuestros esfuerzos y nuestras iniciativas. Tu eres el promotor de la virtud y el que impide el vicio, el mal y la agresión. Tu hablas y eres el más verdadero, «Y si ellos se inclinan hacia la paz, también tú inclínate hacia ella , y pon tu confianza en Allah. Sí. Él es el que oye, el que sabe». Como dijo el Profeta Muhammad: «Difundid la paz entre vosotros.»
»Hoy repetimos las palabra de Jesús dirigiéndose a Jerusalén: «Si hubieras conocido hoy el camino de la paz». También recordamos las palabras de San Juan Pablo II, cuando dijo: «Si llega la paz a Jerusalén, la paz será testimoniada en el mundo entero». Y al mismo tiempo, en nuestra oración de hoy, hemos proclamado repetidamente para aquellos que están comprometidos con la paz: «Bienaventurados los artífices de paz!» y «Pedid paz para Jerusalén», como se dice en las Escrituras».
»Por lo tanto, te pedimos, Señor, la paz en Tierra Santa, Palestina y en Jerusalén junto con su pueblo. Te pedimos que conviertas Palestina y Jerusalén, en particular, en una tierra segura para todos los creyentes, y en un lugar de oración y de culto para los seguidores de las tres religiones monoteístas – judaísmo, cristianismo, islam – y para todos aquellos que deseen visitarla, como está establecido en el Santo Corán».
»Oh Señor, tú eres la paz y la paz emana de ti. ¡Oh Dios de Gloria y Majestad danos seguridad y salvación, y alivia el sufrimiento de mi pueblo en la patria y en la diáspora! ¡Oh Señor, danos una paz amplia y justa para nuestro país y para la región a fin de que nuestro pueblo y los pueblos del Oriente Medio y el mundo disfruten de los frutos de la paz, la estabilidad y la convivencia!. Queremos la paz para nosotros y nuestros vecinos. Buscamos la prosperidad y pensamientos de paz para nosotros como para los demás. Oh Señor, responde a nuestras oraciones y concede éxito nuestras iniciativas, porque tu eres el más justo, el más misericordioso, el Señor de los mundos. Amén!»