En la audiencia general, el Santo Padre recuerda que ya comienza la Semana de oración por la unidad de los cristianos
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, como cada semana, ha recibido este miércoles 18 en el Aula Pablo VI a miles de fieles para celebrar la audiencia general. De este modo, ha proseguido con las catequesis dedicadas a la esperanza cristiana. Los peregrinos, venidos de todas las partes del mundo, se acercaban al pasillo para poder saludar de cerca y dar la mano al Santo Padre
El Pontífice, en el resumen que hace en español de la catequesis, y haciendo referencia a la lectura leída precedentemente, ha indicado que “el profeta Jonás nos invita a reflexionar sobre el vínculo entre esperanza y oración”. Tal y como ha señalado, Jonás es enviado a Nínive, ciudad enemiga de Israel y por tanto “indigna de la misericordia de Dios, para predicar su conversión”. Jonás –ha observado–no lo entiende y huye. Asimismo, Francisco ha recordado que “en el barco encontrará a unos paganos que al verse en peligro por una tempestad se ponen a rezar e invitan al profeta a unirse a ellos”.
Ante la muerte –ha aseverado– el hombre reconoce su fragilidad y se abre a Dios con una oración llena de esperanza. El Papa ha explicado que Jonás asume su responsabilidad y “se sacrifica para que los paganos se salven”. En ellos, ha añadido, se opera un milagro aún más grande: “gracias a esta experiencia de muerte logran encontrar al Dios de la vida, transformándose su oración en una acción de gracias”. Finalmente, ha señalado que más tarde, el rey de Nínive tras oír la predicación de Jonás, “se confía a la misericordia divina y llama a todos a la oración y a la penitencia, salvando así la ciudad”.
A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. En la oración –ha explicado el Papa– nuestra esperanza no se ve defraudada. Asimismo ha exhortado a que en esta Semana oración que hoy iniciamos “pidamos insistentemente al Padre por la unidad de todos los cristianos”.
Al respecto, al finalizar la audiencia, en el saludo a los jóvenes, los enfermos y los recién casados, ha recordad que hoy inicia la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Este año, ha indicado, nos hace reflexionar sobre “el amor de Cristo que empuja a la reconciliación”. Por eso ha invitado a los jóvenes a rezar para que “todos los cristianos vuelvan a ser una única familia”. Asimismo ha pedido a los enfermos que ofrezcan sus sufrimientos “por la causa de la unidad de la Iglesia”. Finalmente, a los recién casados ha invitado a hacer experiencia “del amor gratuito como es el de Dios por la humanidad”.
Rocío Lancho García
Texto completo del papa Francisco en la catequesis de la audiencia del miércoles 18 de enero de 2017
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
En la Sagrada Escritura, entre los profetas de Israel, despunta una figura un poco anómala, un profeta que intenta evadirse de la llamada del Señor rechazando ponerse al servicio del plan divino de salvación. Se trata del profeta Jonás, de quién se narra la historia en un pequeño libro de solo cuatro capítulos, una especie de parábola portadora de una gran enseñanza, la de la misericordia de Dios que perdona.
Jonás es un profeta “en salida”, también en fuga, que Dios envía “a la periferia”, a Nínive, para convertir a los habitantes de esa gran ciudad. Pero Nínive, para un israelita como Jonás, representa una realidad que amenaza, el enemigo que ponía en peligro la misma Jerusalén, y por tanto para destruir, no para salvar. Por eso, cuando Dios manda a Jonás a predicar en esa ciudad, el profeta, que conoce la bondad del Señor y su deseo de perdonar, trata de escapar de su tarea y huye.
Durante su huida, el profeta entra en contacto con los paganos, los marineros de la nave sobre la que se embarca para alejarse de Dios y de su misión. Y huye lejos porque Nínive estaba en la zona de Irak y él huye a España. Pero huye de verdad. Y es precisamente el comportamiento de estos hombres, como después será el de los habitantes de Nínive, que nos permite hoy reflexionar un poco sobre la esperanza que, delante del peligro y de la muerte, se expresa en oración.
De hecho, durante la travesía en el mar, estalla una gran tormenta, y Jonás baja en la bodega del barco y se duerme. Los marineros sin embargo, viéndose perdidos, «invocaron cada uno al propio dios» (Jon 1,5). Eran paganos. El capitán del barco despierta a Jonás diciéndole: «Qué haces aquí dormido? Levántate e invoca a tu dios. Tal vez ese dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos» (Jon 1,6).
Las reacciones de estos “paganos” es la reacción justa delante de la muerte; porque es entonces que el hombre hace experiencia completa de la propia fragilidad y de la propia necesidad de salvación. El horror instintivo de morir desvela la necesidad de esperar en el Dios de la vida. «Quizá Dios se acuerde de nosotros y no pereceremos»: son las palabras de la esperanza que se convierten en oración, esa súplica llena de angustia que sale de los labios del hombre delante a un inminente peligro de muerte.
Demasiado fácilmente diseñamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuera solo una oración interesada, y por eso imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos acordamos de Él para pedir ayuda, y con la sonrisa indulgente de un padre responde benevolente.
Cuando Jonás, reconociendo la propia responsabilidad, se hace echar al mar para salvar a sus compañeros de viaje, la tempestad se calma. La muerte inminente ha llevado a esos hombres paganos a la oración, ha hecho que el profeta, a pesar de todo, viviera la propia vocación al servicio de los otros aceptando sacrificarse por ellos, y ahora conduce a los supervivientes al reconocimiento del verdadero Señor y a la alabanza. Los marineros, que habían rezado con miedo dirigiéndose a sus dioses, ahora, con sincero temor del Señor, reconocen al verdadero Dios y ofrecen sacrificios y hacen promesas. La esperanza, que les había llevado a rezar para no morir, se revela aún más poderoso y obra una realidad que va también más allá de lo que ellos esperaban: no solo no perecen en la tempestad, sino que se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra.
Sucesivamente, también los habitantes de Nínive, delante de la perspectiva de ser destruidos, rezan, empujados por la esperanza en el perdón de Dios. Harán penitencia, invocarán al Señor y se convertirán a Él, empezando por el rey, que, como el capitán de la nave, da voz a la esperanza diciendo: «Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta … de manera que no perezcamos» (Jon 3,9). También para ellos, como para la tripulación en la tormenta, haber afrontado la muerte y haber resultado salvados les ha llevado a la verdad. Así, bajo la misericordia divina, y aún más a la luz del misterio pascual, la muerte se puede convertir, como ha sido para san Francisco de Asís, en “nuestra hermana muerte” y representar, para cada hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión de conocer la esperanza y de encontrar al Señor. Que el Señor nos haga entender esto: la unión entre oración y esperanza. La oración te lleva adelante a la esperanza. Y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración y habrá más esperanza.