El Santo Padre prosiguió con el ciclo de catequesis sobre la esperanza tomando como modelo a Abraham
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco realizó la audiencia del miércoles 28 de diciembre en el Aula Pablo VI en el Vaticano, donde fue recibido con gran calor y entusiasmo por los miles de fieles y peregrinos allí presentes.
El Papa retomó la serie de catequesis sobre la esperanza, centrándola en la fe de Abraham, en la promesa futura que le hizo Dios al sacarlo de su panorama estrecho, mostrándole las estrellas e invitándolo a verlas con los ojos de la fe. Porque “cuando no queda ninguna posibilidad que mirar a las estrellas, entonces es tiempo de fiarnos de Dios”.
En el resumen que Francisco hizo en español reiteró que “Abraham es modelo de fe y de esperanza: «creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones». Creyó en la palabra de Dios que sería padre, aun cuando pareciera imposible, porque él era anciano y su mujer estéril”.
“Su fe se abrió –subrayó el Santo Padre– a una esperanza que parecía absurda, pero así es la esperanza, sorprende y abre horizontes, nos hace soñar lo inimaginable. El desaliento y la frustración también llegaron a la vida de Abraham. Él veía pasar el tiempo y la promesa hecha por Dios seguía sin cumplirse, aunque Dios ratificaba una y otra vez su promesa”.
Por ello “a Abraham lo único que le quedaba era confiar en la Palabra del Señor y seguir esperando. Pero Dios le dio un signo: «mira el cielo y cuenta las estrellas […] así será tu descendencia»”.
Así, señaló el Pontífice latinoamericano, “para creer, es necesario saber mirar con los ojos de la fe; a simple vista eran sólo estrellas, pero para Abraham eran signo de la fidelidad de Dios”.
“Saludo cordialmente –dijo el Papa al concluir el resumen– a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los animo a confiar en el Señor, como lo hizo Abraham, para que salgamos de nosotros y descubramos su promesa en cada signo y acontecimiento que nos toca vivir. Les deseo un año un evo lleno de la gracia y bendición de Dios”.
La audiencia general concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Sergio Mora
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 28 de diciembre de 2016
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
San Pablo, en la Carta a los Romanos, nos recuerda la gran figura de Abraham, para indicarnos la vía de la fe y de la esperanza.
De él el apóstol escribe: «Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones» (Rom 4,18); “esperando contra toda esperanza”: Este concepto es fuerte ¿no?: aún cuando no hay esperanza yo espero. Es así nuestro padre Abrahán. San Pablo se está refiriendo a la fe con la cual Abrahán creyó en la palabra de Dios que le prometía un hijo.
Pero era verdaderamente una confianza “contra toda esperanza”, porque era tan imposible aquello que el Señor le estaba anunciando, ya que él era anciano – tenia casi cien años – y su mujer era estéril. No lo había logrado.
Pero lo ha dicho Dios, y él creyó. No había esperanza humana porque él era anciano y su mujer estéril: y él cree. Confiando en esta promesa, Abraham se pone en camino, acepta dejar su tierra y hacerse extranjero, esperando en este hijo “imposible” que Dios habría debido donarle no obstante que el vientre de Sara estaba como muerto.
Abraham cree, su fe se abre a una esperanza aparentemente irracional; esta es la capacidad de ir más allá de los razonamientos humanos, de la sabiduría y de la prudencia del mundo, más allá de lo que es normalmente considerado sentido común, para creer en lo imposible. La esperanza abre nuevos horizontes, nos vuelve capaces de soñar lo que no es ni siquiera imaginable. La esperanza hace entrar en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz. Es bella la virtud de la esperanza; nos da tanta fuerza para ir en la vida.
Pero es un camino difícil. Y llega el momento, también para Abraham de la crisis de desaliento. Ha confiado, ha dejado su casa, su tierra y sus amigos… todo. Y ha partido y ha llegado al país que Dios le había indicado, el tiempo ha pasado. En aquel tiempo hacer un viaje así no era como ahora, con los aviones – en 12 o 15 horas se hace –; se necesitaban meses, años.
El tiempo ha pasado, pero el hijo no llega, el vientre de Sara permanece cerrado en su esterilidad. Y Abraham, no digo que pierde la paciencia, sino se queja ante el Señor. También esto aprendemos de nuestro padre Abraham: quejarnos ante el Señor es un modo de orar. A veces cuando confieso yo escucho: “Me he quejado con el Señor…” y yo respondo: “No te quejes Él es Padre”. Y este es un modo de orar: quejarme ante el Señor, esto es bueno.
Abraham se queja ante el Señor y dice así: «Señor, respondió Abraham, […] yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco (Eliezer era quien gobernaba todas las cosas). Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”.
Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abraham creyó nuevamente en el Señor, que lo tuvo en cuenta como justicia» (Gen 15,2-6).
La escena se desarrolla de noche, afuera esta oscuro, pero también en el corazón de Abraham esta la oscuridad de la desilusión, del desánimo, de la dificultad de continuar esperando en algo imposible. Ahora el patriarca es demasiado avanzado en los años, parece que no hay más tiempo para un hijo, y será un siervo el que entrará a heredando todo.
Abraham se está dirigiendo al Señor, pero Dios, aunque este ahí presente y habla con él, es como si se hubiera alejado, como si no hubiese cumplido su palabra. Abraham se siente solo, esta viejo y cansado, la muerte se acerca. ¿Cómo continuar confiando?
Y este reclamo suyo es entretanto una forma de fe, es una oración. A pesar de todo, Abrahán continúa creyendo en Dios y esperando en algo que todavía podría suceder.
Contrariamente ¿para qué interpelar al Señor, quejándose ante Él, reclamando sus promesas? La fe no es solo silencio que acepta todo sin reclamar, la esperanza no es la certeza que te da seguridad ante las dudas y las perplejidades. Pero muchas veces, la esperanza es oscura; pero está ahí, la esperanza… que te lleva adelante. La fe es también luchar con Dios, mostrarle nuestra amargura, sin piadosas apariencias.
“Me he molestado con Dios y le he dicho esto, esto, esto” Pero Él es Padre, Él te ha entendido: ve en paz. ¡Tengamos esta valentía! Y esto es la esperanza. Y la esperanza es también no tener miedo de ver la realidad por aquello que es y aceptar las contradicciones. Abraham por lo tanto en la fe, se dirige a Dios para que lo ayude a continuar esperando.
Es curioso, no pide un hijo. Pide: “Ayúdame a seguir esperando”, la oración para tener esperanza. Y el Señor responde insistiendo con su improbable promesa: no será un siervo el heredero, sino un hijo, nacido de Abraham, generado por él.
Nada ha cambiado, por parte de Dios. Él continúa afirmando aquello que había dicho, y no ofrece puntos de apoyo a Abrahán, para sentirse seguro. Su única seguridad es confiar en la palabra del Señor y continuar esperando.
Y aquel signo que Dios dona a Abraham es una invocación a continuar creyendo y esperando: «Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas […] Así será tu descendencia» (Gen 15,5). Es todavía una promesa, hay todavía algo que esperar para el futuro. Dios lleva a Abraham afuera de la tienda, en realidad (fuera) de sus visiones restringidas, y le muestra las estrellas.
Para creer, es necesario saber ver con los ojos de la fe; no solo estrellas, que todos podemos ver, sino para Abraham tienen que convertirse en el signo de la fidelidad de Dios. Es esta la fe, este el camino de la esperanza que cada uno de nosotros debe recorrer.
Si también a nosotros nos queda como única posibilidad mirar las estrellas, entonces es tiempo de confiar en Dios. No hay nada más bello. La esperanza no defrauda. Gracias.
Exponen el cuadro de la Virgen Milagrosa en la basílica de San Pedro
En los saludos el Papa recuerda que la belleza siempre nos acerca a Dios
El cuadro de la Madonna del Miracolo va a la basílica de San Pedro
El santo padre Francisco al concluir la catequesis de los miércoles saludó a los peregrinos procedentes de diversos países.
Entre los varios grupos estaba el de la iglesia romana de Sant’Andrea delle Fratte, llegados con el cuadro original de la Virgen Milagrosa, o Madonna del Miracolo, que se expone en la basílica de San Pedro hasta el primero de enero. El motivo son los 175 años de la conversión de Alfonso Rastisbonne, en 1842, tras la aparición que tuvo de María en un altar lateral de dicho templo.
El abogado Ratisbonne (1812-1884), banquero muy rico, de religión judía pero libertino, despreciaba particularmente a la Iglesia Católica y al clero. Resentía que su hermano Teodoro se había convertido y ordenado sacerdote. Su conversión tuvo gran impacto en la época influenciada por el racionalismo, que rechaza las realidades espirituales. En 1847 Alfonso Ratisbonne fue ordenado sacerdote jesuita.
Siempre con el cuadro de la Madonna del Miracolo, pintado poco después del prodigio por el artista Natale Carta, se rezará el viernes 30 por la tarde las Vísperas, el sábado 31 el Te Deum presidido por el papa Francisco delante del cuadro de María que será entronizado en el Altar de la confesión. Y el domingo 1° de enero la imagen estará en la misa de año nuevo que celebra el Santo Padre. Después el cuadro regresará a la iglesia donde siempre está expuesto.
De otro lado, al saludar a los artistas y técnicos del Golden Circus de Liana Orfei que hicieron unos números de acrobacia y prestidigitación en el Aula Pablo VI, Francisco aseguró que “la belleza siempre nos acerca a Dios”.
También dirigió un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “Yo les llamo valientes –afirmó– porque hace falta valor para casarse y para hacerlo para toda la vida: ¡Muy bien!”.
Luego añadió. “Los santos inocentes mártires que recordamos hoy, nos ayuden a todos a ser fuertes en la fe mirando al Niño divino que en el misterio de Navidad se ofrece por la humanidad entera. Queridos jóvenes, crezcan también ustedes como él: obedientes a los padres y dispuestos a entender y a seguir la voluntad del Padre que está en los cielos.
A los enfermos les dijo: “deseo que vislumbren en la resplandeciente luz de Belén, el sentido de vuestros sufrimientos. Y les exhorto a queridos y valientes recién casados, a mantener constante, a la hora de construir vuestra familia, el amor y la entrega más allá de cualquier sacrificio y a que nunca terminen el día sin haber hecho las paces”.
Sergio Mora
Foto: El Papa ingresando en el aula Pablo VI