La intervención de monseñor Bernardito Auza al Consejo de Seguridad de la ONU, dedicado a la agenda global sobre la no proliferación de armas
(ZENIT – Roma).- Una madre con su hijo, un barrio de familias, un anciano desarmado: todo puede ser un objetivo para una milicia pesadamente cargada de armas de destrucción masiva. Estas no tienen reglas para hacer una guerra. Y este es el verdadero drama. En el debate dentro del Consejo de seguridad de la ONU, dedicado a la agenda global sobre la no proliferación de armas de destrucción masiva, monseñor Bernardito Auza afronta un tema candente.
Y lo hace señalando a los llamados “actores no estatales” cuya implicación “en guerras y conflictos está aumentando últimamente y esto tiene efectos horribles sobre poblaciones civiles, en mayor parte mujeres, niños, ancianos y discapacitados”. Esto porque, explica el delegado vaticano, “los actores no estatales usan las armas de destrucción masiva impunemente y en la más total ilegalidad, mostrando poco o ninguna consideración hacia la inmunidad de los civiles”.
En particular, monseñor Auza expresó en su intervención –según informa Radio Vaticana– la preocupación por “los progresos tecnológicos” que, registrados “en el poder destructivo de los sistemas de armas” producen “catástrofes cada vez más terribles”. Para la Santa Sede, afirma monseñor Auza, “cualquier acto, cualquier arma que pretende indiscriminadamente destruir ciudades enteras o grandes regiones junto a sus habitantes está contra todo el derecho humanitario internacional y contra todas las ideas de civilización, y merece una condena inequívoca, sin reservas y sin vacilaciones”.
Monseñor Auza estigmatiza el comercio de armas que a “distintos niveles” ve a algunos Estados proporcionar armas a otros Estados “aún sabiendo que serán utilizadas para perpetrar atrocidades de masa, suprimir los derechos humanos fundamentales y retrasar el desarrollo de pueblos enteros y naciones”.
“Combatir y derrotar el ilegal y criminal comercio de armas es fundamental para prevenir los actores estatales en la posesión y uso de armas de destrucción masiva y de tal forma prevenir las atrocidades que cometerán al usar esas armas”, subrayó el prelado.
“Reforzar las leyes y las convenciones a nivel multilateral, bilateral y nacional es un paso necesario en la dirección justa”.
Según el representante vaticano, es necesario “una nueva ética global” para sustituir al comercio y a las políticas en materia de armas de destrucción masiva y de todos los sistemas de armamento.
Esta debería inducir a los países a buscar “seguridad, legitimidad y fuerza” no en la producción de armas cuando en el invertir “los propios recursos promoviendo el desarrollo socioeconómico, la participación diplomática y política, el respeto de los derechos humanos fundamentales y del Estado de derecho y la cooperación y la solidaridad a nivel regional e internacional”.
“La no proliferación, el control de los armamentos y el desarme están en la base de la seguridad global, del respeto por los derechos humanos y del desarrollo sostenible”, afirma el arzobispo.
Sin ellos –concluye– el alcance de la tan proclamada Agenda 2030 para el desarrollo sostenible se verá seriamente comprometida. Sin ellos, “catástrofes que se podrían haber evitado con respecto a las personas y los pueblos continuarán verificándose”. Sin una mayor cooperación internacional y regional, en particular entre los Estados productores de armas en el rigor del control y en la limitación del movimiento de armas de destrucción masiva, “es ilusorio hablar de una estrategia global capaz de parar la proliferación de tales armas de parte y entre los actores no estatales”.