El comunicado valora que “las más altas autoridades de la Nación han asumido públicamente el compromiso de enfrentar el narcotráfico”
Un mes después de la muerte del presbítero Juan Viroche, la Comisión Nacional de Justicia y Paz consideró oportuno reflexionar sobre el desafío que plantea la lucha contra la expansión del narcotráfico y la secuela de sufrimiento que la dependencia de la droga está produciendo.
La Comisión advierte que “el dinero, que en grandes cantidades mueve el narcotráfico, está manchado con sangre, mayoritariamente sangre de los pobres” y asegura que “ninguna lucha contra el narcotráfico podrá ser exitosa sin inclusión y desarrollo social”.
“Las mafias, que lucran con la muerte al dedicarse al narcotráfico, no dudan en amenazar o incluso matar a aquellos que consideran un obstáculo a sus mezquinos intereses. Lamentablemente, ya son muchas las víctimas a lo largo y a lo ancho de nuestro país”, indica el comunicado.
Y añade: “Constatamos, con alarma y con dolor, que las bandas criminales están infiltradas en distintos sectores e instituciones de nuestra sociedad”.
Tras destacar el trabajo de organizaciones y personas de buena voluntad para ayudar a los que sufren las consecuencias de este tráfico ilegal, valora que “las más altas autoridades de la Nación han asumido públicamente el compromiso de enfrentar el narcotráfico”.
Señala su esperanza de que “ahora que se pongan los medios para que esa lucha sea eficaz. Urge que las fuerzas policiales y de seguridad y los organismos en que se hayan infiltrado los intereses del narcotráfico, sean depurados”.
Pide también “no perder de vista a las víctimas”, al recordar que ellas requieren “una tarea importante” de parte del Estado, pero también de la sociedad civil y de la Iglesia.
“Las adicciones –precisa el comunicado– son una forma de esclavitud moderna y muchas de las personas y familias que se enfrentan a esta problemática no saben o no tienen a quién recurrir para solicitar ayuda”.
La Comisión de Justicia y Paz, alentó a las personas y a las instituciones públicas y privadas comprometidas en “acompañar, ayudar y contener a las víctimas de este grave problema, especialmente en este tiempo en que celebramos el Año de la Misericordia, a redoblar sus esfuerzos poniendo en el centro de la tarea a la persona que sufre”.
“Todos podemos ser protagonistas –concluye la comunicación– en la prevención, en la educación, en la asistencia o en la denuncia para terminar con este flagelo”.