ZENIT – Roma).- El viernes 30 de septiembre, el papa Francisco partió a las 9,15 de la mañana desde el aeropuerto Leonardo Da Vinci, en Fiumicino, hacia Georgia, primera etapa apostólica de 40 horas antes de proseguir hacia Azerbaiyán. Se completa así la visita al Cáucaso, cuya primera parte realizó a Armenia a finales de junio pasado.
Poco antes pasó por la basílica de Santa María la Mayor, para encomendar a la Virgen María este viaje, como lo hace siempre antes de partir para una visita apostólica.
Para llegar a Georgia el vuelo papal deberá recorrer 2.668 kilómetros y allí estará hasta el sábado 1 de octubre. El domingo 2 volará a Azerbaiyán, con un vuelo que recorrerá 445 kilómetros. En este país permanecerá unas 10 horas.
Los objetivos del viaje en esta región donde el cristianismo echó raíces desde los primeros siglos de nuestra era, los indicó el mismo Francisco en una audiencia general: “por una parte, valorizar las antiguas raíces cristianas presentes en esas tierras, siempre con espíritu de diálogo con las otras religiones y culturas y, por otra, alentar las esperanzas y los senderos de la paz”.
El logo del viaje a Georgia representa una cruz estilizada, cuya forma recuerda la tradicional cruz de Santa Ninó (también conocida como Cristiana, Ninón o Ninny), quien fue la más grande evangelizadora de este país. Los colores amarillo y rojo evocan aquellos presentes en las banderas del Estado de la Ciudad del Vaticano y de Georgia.
Mientras que el lema de la visita ‘Pax Vobis’ está tomado del capítulo 20 del Evangelio de san Juan y ha sido reproducido en latín y georgiano. La elección del tema de la paz quiere subrayar la coincidencia del viaje del Papa con el Año Santo de la Misericordia y representa una llamada a la pacificación del mundo y de aquella región asiática en particular.
Después de su llegada a Georgia, se supo que en el avión el director de la Oficina de prensa, Greg Burke, recordó que el Papa había saludado recientemente a 400 periodistas uno a uno, por lo que les pedía comprensión porque no habría saludos y que la conferencia de prensa sería al retorno.
El Papa al tomar el micrófono saludó con un “Buenos días” y agradeció la compañía. Además dio la bienvenida al primer viaje del nuevo portavoz, Greg Burke. Y concluyó: “Gracias por la ayuda, gracias por vuestro trabajo. Este viaje será breve, gracias a Dios. En tres días volveremos a casa. Muchas gracias y les saludaré”.
El Papa pide en Georgia una convivencia pacífica entre las naciones
El papa Francisco ha asegurado que es preciso que “todos se preocupen en primer lugar por la suerte de los seres humanos” en su concreción y realicen con paciencia todo intento para “evitar que las divergencias desemboquen en violencia, que puede causar enormes daños para el hombre y la sociedad”.
Lo ha dicho durante su primer discurso de su viaje apostólico a Georgia, donde ha viajado esta mañana. Allí permanecerá hasta el domingo por la mañana, cuando pondrá rumbo a Azerbaiyán y se quedará hasta esa misma tarde. Se realiza así este fin de semana, la segunda etapa del viaje al Cáucaso, que inició en junio con su visita a Armenia. Este viernes Francisco inicia un viaje con un fuerte signo ecuménico e interreligioso, ya que se encontrará con dos países de un pequeña minoría católica.
A su llegada el aeropuerto de Tiflis, el Pontífice ha sido recibido por el presidente de la nación, Giorgi Margvelashvili, y del patriarca de toda Georgia, Elías II. Tras escuchar los himnos y los saludos de las delegaciones, el Santo Padre se ha dirigido al Palacio Presidencial, donde ha tenido un breve encuentro privado con el presidente. Y a continuación ha tenido lugar el primer discurso del viaje, a las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
De este modo, en su discurso, el Santo Padre ha subrayado que “cualquier distinción de carácter étnico, lingüístico, político o religioso”, en vez de ser usados como pretexto para transformar las divergencias en conflictos y los conflictos en interminables tragedias, “puede y debe ser para todos fuente de enriquecimiento recíproco en favor del bien común”. Esto requiere –ha aseverado– que cada uno ponga plenamente a disposición las propias capacidades, teniendo ante todo la posibilidad de vivir en paz en su tierra o de regresar libremente si, por cualquier motivo, fue obligado a abandonarla.
En un discurso muy significativo, teniendo en cuenta los conflictos de la zona, pero sin hacer referencia explícita a ello, el Santo Padre ha pedido a los responsables públicos que “continúen preocupándose por la situación de estas personas, afanándose en la búsqueda de soluciones concretas más allá de las cuestiones políticas no resueltas”. Del mismo modo ha subrayado que se requieren altas miras y valor para “reconocer el bien auténtico de los pueblos y perseguirlo con determinación y prudencia”. Es indispensable “tener siempre presente los sufrimientos de las personas para continuar con convicción el camino, paciente y laborioso pero apasionante y liberador, de la construcción de la paz”.
Por otro lado, Francisco ha definido Georgia como “lugar de encuentro e intercambio vital entre culturas y civilizaciones”, que ha encontrado en el cristianismo, desde la predicación de Santa Nino al inicio del siglo IV, “su más profunda identidad y el fundamento seguro de sus valores”.
Asimismo, ha precisado que la historia multisecular de Georgia “manifiesta la raigambre en los valores expresados por su cultura, por su lengua y por sus tradiciones”, incluyendo al país plenamente y de modo profundo y peculiar en el ámbito de la civilización europea. Al mismo tiempo, por su posición geográfica, “es casi un puente natural entre Europa y Asia”, “una bisagra que facilita las comunicaciones y las relaciones entre los pueblos”.
Al recordar que han pasado 25 años desde la proclamación de la independencia de Georgia, ha observado que durante este periodo, renovando su libertad plena, “ha construido y consolidado sus instituciones democráticas y ha buscado los caminos para garantizar un desarrollo lo más incluyente y auténtico posible”. Por eso el Santo Padre ha deseado que “el camino de paz y desarrollo” prosiga con el “compromiso solidario de todos los miembros de la sociedad”, para así crear las “condiciones de estabilidad, equidad y respeto a las leyes” que favorezcan el crecimiento e aumenten las oportunidades para todos.
Este progreso autentico y duradero –ha subrayado– tiene como condición preliminar indispensable el pacífico entendimiento entre todos los pueblos y los Estados de la región. Y ha precisado que esto exige que “crezcan sentimientos de mutua estima y consideración”, los cuales “no pueden descuidar el respeto de las prerrogativas soberanas de cada uno de los países en el marco del derecho internacional”.
Asimismo, ha explicado que para abrir rutas que conduzcan a una paz duradera y a una verdadera colaboración, hay que tener en cuenta que “los principios relevantes para una ecuánime y estable relación entre los Estados están al servicio de la concreta, ordenada y pacífica convivencia entre las naciones”.
Al respecto, ha advertido que en muchos lugares de la tierra, parece prevalecer una lógica que hace difícil mantener las legítimas diferencias y controversias “en un ámbito de confrontación y diálogo civil, donde prevalezca la razón, la moderación y la responsabilidad.” Esto es tanto más necesario “en el momento histórico actual”, en el que no faltan también extremismos violentos que “manipulan y distorsionan principios de naturaleza civil y religiosa” para subordinarlos a oscuros diseños de dominio y de muerte.
Finalmente, ha asegurado que la Iglesia católica “comparte las alegrías y las preocupaciones del pueblo de Georgia” y “tiene la intención de ofrecer su contribución al bienestar y a la paz de las naciones, colaborando activamente con las autoridades y la sociedad civil”. Asimismo ha deseado que continúe favoreciendo al crecimiento de la sociedad georgiana, “gracias al testimonio común de las tradiciones cristianas que nos unen”, “en su esfuerzo en favor de los más necesitados” y “mediante un renovado y creciente dialogo con la antigua Iglesia Ortodoxa Georgiana y las otras comunidades religiosas del país”.
Rocío Lancho García
El Papa con los ortodoxos en Georgia invita a superar incomprensiones del pasado y temores del futuro
El papa Francisco en la sede del Patriarcado Ortodoxo de Georgia, tuvo por la tarde de este primer día del viaje apostólico, un encuentro con su beatitud Elias II, Catholicos, patriarca de toda la Georgia.
La Iglesia ortodoxa georgiana es la Iglesia nacional de Georgia y una de las quince Iglesias autocéfalas de la comunión ortodoxa, con unos 4,75 millones de fieles, mayoritariamente en Georgia y la antigua URSS.
El papa Francisco fue recibido por el patriarca Elias II con quien mantuvo una conversación privada en el estudio patriarcal. Poco después, mientras el coro patriarcal amenizaba con un canto típico del rito oriental y con otro polifónico, ambos se dirigieron a la sala de audiencias, cuya pared principal era un ícono de María con el Niño Jesús en los brazos rodeada por ángeles y santos
El patriarca Elias II, con la voz propia de una persona anciana, dirigió un discurso en georgiano, que el Papa siguió leyéndolo en un texto escrito. En el mismo expuso los desafíos actuales de Georgia, como los problemas territoriales y de las migraciones, así como su cercanía hacia la Iglesia de Roma y su emoción por recibirlo en su país.
El papa Francisco al tomar la palabra expresó su alegría de encontrar a los representantes de la Iglesia Georgiana y recordó que la visita de su beatitud Elías II al Vaticano, abrió una nueva página en las relaciones entre las dos Iglesias.
“La Iglesia Ortodoxa de Georgia, enraizada en la predicación apostólica, especialmente en la figura del apóstol Andrés, y la Iglesia de Roma, fundada sobre el martirio del apóstol Pedro, tienen así la gracia de renovar hoy, en el nombre de Cristo y para su gloria, la belleza de la fraternidad apostólica” expresó Francisco.
“El amor del Señor –aseguró el Papa– nos eleva, porque nos permite alzarnos por encima de las incomprensiones del pasado, de los cálculos del presente y de los temores del futuro”.
“Quiero ser un amigo sincero de esta tierra y de este querido pueblo” dijo, y precisó que “con la paz y el perdón estamos llamados a vencer a nuestros verdaderos enemigos, que no son de carne y hueso, sino los espíritus del mal que están dentro y fuera de nosotros”. Y al concluir les invitó a estar fraternalmente unidos para anunciar el Evangelio de la paz.
El encuentro concluyó como indica la tradición, con una ofertade té y café como don de bienvenida.
Al escuchar el canto polifónico del Ave María, compuesto por Elías II, el Papa dijo: “Le agradezco a su santidad y estoy profundamente conmovido de escuchar el Ave María que ha compuesto. Solamente de un corazón que ama mucho a la Madre de Jesús, de un corazón hijo y también de niño puede salir algo así bello”.
Texto completo de las palabras del Papa
Es para mí una gran alegría y una gracia especial encontrarme con Su Santidad y Beatitud y los venerables metropolitas, arzobispos y obispos, miembros del Santo Sínodo. Saludo al señor primer ministro y a los ilustres representantes del mundo académico y de la cultura.
Santidad, con vuestra visita histórica al Vaticano, la primera de un Patriarca georgiano, usted abrió una nueva página en las relaciones entre la Iglesia Ortodoxa de Georgia y la Iglesia Católica. En aquella ocasión, intercambió con el Obispo de Roma el beso de la paz y la promesa de rezar el uno por el otro.
Así se han reforzado los importantes lazos que existen entre nosotros desde los primeros siglos del cristianismo. Estos se han desarrollado y siguen siendo respetuosos y cordiales, como se pone de manifiesto también por la afectuosa acogida reservada a mis enviados y representantes; por la actividad de estudio e investigación de fieles ortodoxos georgianos en los Archivos Vaticanos y en las Pontificias Universidades; por la presencia en Roma de una comunidad vuestra, alojada en una iglesia de mi diócesis; y por la colaboración, sobre todo cultural, con la comunidad católica local.
Como peregrino y amigo, he llegado a esta tierra bendita, cuando está a punto de concluir para los católicos el Año Jubilar de la Misericordia.
También estuvo aquí el santo Papa Juan Pablo II, la primera vez de un Sucesor de Pedro, en un momento muy importante, en el umbral del Jubileo del 2000: vino a reforzar los «vínculos profundos y fuertes» con la Sede de Roma (Discurso en la ceremonia de bienvenida, Tiflis, 8 noviembre 1999) y a recordar lo importante que era, en el umbral del tercer Milenio, «la contribución de Georgia, esta antigua encrucijada de culturas y tradiciones, a la construcción […] de una civilización del amor» (Discurso en el Palacio patriarcal, Tiflis, 8 noviembre 1999).
Ahora, la Providencia divina ha querido que nos encontremos de nuevo y, frente a un mundo sediento de misericordia, de unidad y de paz, nos pide que se dé un nuevo impulso, un renovado fervor a los lazos que nos unen, signo elocuente de los cuales es el beso de la paz y nuestro abrazo fraternal.
La Iglesia Ortodoxa de Georgia, enraizada en la predicación apostólica, especialmente en la figura del apóstol Andrés, y la Iglesia de Roma, fundada sobre el martirio del apóstol Pedro, tienen así la gracia de renovar hoy, en el nombre de Cristo y para su gloria, la belleza de la fraternidad apostólica. En efecto, Pedro y Andrés eran hermanos: Jesús los llamó a dejar sus redes para ser, juntos, pescadores de hombres (cf. Mc 1,16-17). Querido hermano, dejémonos mirar de nuevo por el Señor Jesús, dejémonos atraer aún por su invitación a dejar todo lo que nos impide dar, juntos, el anuncio de su presencia.
Nos sostiene en esto el amor que transformó la vida de los Apóstoles. Es el amor sin igual, que el Señor ha encarnado: « Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13); y que nos lo ha dado para que nos amemos unos a otros como él nos ha amado (cf. Jn 15,12). En este sentido, el gran poeta de esta tierra parece que nos dirige también a nosotros algunas de sus célebres palabras: «¿Has leído cómo los apóstoles escribieron del amor, cómo hablan, cómo lo alaban? Conócelo, dirige tu mente a estas palabras: el amor nos eleva» “(S. Rustaveli, El Caballero de la piel de tigre, Tiflis 1988, estancia 785). Realmente el amor del Señor nos eleva, porque nos permite alzarnos por encima de las incomprensiones del pasado, de los cálculos del presente y de los temores del futuro.
El pueblo georgiano ha dado testimonio durante siglos de la grandeza de este amor. Ha encontrado en él la fuerza para levantarse de nuevo después de muchas pruebas; gracias a él se ha elevado hasta las alturas de una extraordinaria belleza artística.
Sin el amor, como ha escrito otro gran poeta, «el sol no reina en la bóveda del cielo», y para los hombres «no hay belleza ni inmortalidad» (G. Tabidze, «Senza l’amore», en Galaktion Tabidze, Tiflis 1982, 25). El amor es la razón de ser de la belleza inmortal de vuestro patrimonio cultural, que se expresa de muchas formas, como la música, la pintura, la arquitectura y la danza.
Usted, querido Hermano, ha ofrecido una digna manifestación de ello, especialmente mediante la composición de apreciados himnos sagrados, algunos incluso en lengua latina y muy queridos en la tradición católica. Ellos enriquecen el tesoro de vuestra fe y cultura, un regalo único para la cristiandad y la humanidad, que merece ser conocido y apreciado por todos.
La gloriosa historia del Evangelio en esta tierra se debe de una manera especial a santa Nino, que suele ser equiparada a los Apóstoles: difundió la fe bajo el signo particular de la cruz hecha de sarmiento de vid.
No se trata de una cruz desnuda, porque la imagen de la vid, además del fruto que en esta tierra es excelente, representa al Señor Jesús. Él, en efecto, es «la vid verdadera», y pidió a sus Apóstoles que, como sarmientos, permanecieran firmemente injertados en él para dar fruto (cf. Jn 15,1- 8).
Querido Hermano, para que también hoy el Evangelio dé fruto, se nos pide que permanezcamos todavía más enraizados en el Señor y unidos entre nosotros.
Que la multitud de santos de este país nos anime a poner el Evangelio por encima de todo y a evangelizar como en el pasado y, más que en el pasado, libres de las ataduras de ideas preconcebidas y abiertos a la perenne novedad de Dios. Que las dificultades no sean un obstáculo, sino un estímulo que nos ayude a conocernos mejor, a compartir la sabia viva de la fe, a intensificar la oración de unos por otros y a cooperar con caridad apostólica en el testimonio común, para la gloria de Dios en el cielo y el servicio de la paz en la tierra.
Al pueblo georgiano le gusta ensalzar, brindando con el fruto de la vid, sus valores más apreciados. Junto al amor que eleva, se da un papel especial a la amistad. «Quien no busca un amigo, es enemigo de sí mismo», nos recuerda una vez más el poeta (S. Rustaveli, El Caballero de la piel de tigre, estancia 847).
Quiero ser un amigo sincero de esta tierra y de este querido pueblo, que no olvida el bien recibido y cuyo carácter hospitalario se combina con un estilo de vida verdaderamente lleno de esperanza, aún en medio de las dificultades, que nunca faltan. También esta actitud positiva tiene sus raíces en la fe, que lleva a los georgianos a invocar, en torno a la mesa, la paz para todos, recordando incluso a los enemigos.
Con la paz y el perdón estamos llamados a vencer a nuestros verdaderos enemigos, que no son de carne y hueso, sino los espíritus del mal que están dentro y fuera de nosotros (cf. Ef 6,12). Esta tierra bendita está llena de héroes valientes según el Evangelio que, como san Jorge, fueron capaces de vencer al mal.
Pienso en tantos monjes, y especialmente en los numerosos mártires, cuya vida ha triunfado «con la fe y la paciencia»: ha pasado por la prueba del dolor permaneciendo unida al Señor y ha dado así un fruto pascual, regando el suelo georgiano con la sangre derramada por amor.
Que su intercesión alivie a tantos cristianos que todavía hoy en el mundo sufren persecuciones y atropellos, y fortalezca en nosotros el buen deseo de estar fraternalmente unidos para anunciar el Evangelio de la paz.
Francisco reza por la paz con la comunidad asiro-caldea en Georgia
El primer día del viaje del papa Francisco a Georgia ha concluido con un encuentro con la comunidad católica del rito asirio-caldeo, en la iglesia de san Simón Bar Sabbae en Tbilisi. Se trata de la primera vez que un Papa visita un lugar de culto asiro-caldeo. A su llegada, el Santo Padre ha sido acogido por el patriarca de Babilonia de los Caldeos, Louis Raphaël Sako, y por el párroco de la iglesia.
A continuación, el papa Francisco ha ido en procesión hacia la capilla del santísimo, entre los fieles de la diáspora asiro-caldea. Y después un canto y una oración en arameo, el Santo Padre ha realizado una oración por la paz.
De este modo, el Pontífice ha recordado que la cruz “nos libra del pecado, origen de toda división y de todo mal” y la Resurrección “rescata al hombre de la esclavitud del fracaso y de la muerte”. Así, ha pedido: “Señor Jesús, por tu gloriosa pasión, vence la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo” que arranque “de su condición a las víctimas de la injusticia y de la opresión” ya haga “brillar el triunfo de la vida”.
El Santo Padre también ha pedido a Dios que una a su cruz “los sufrimientos de tantas víctimas inocentes”, “los niños, los ancianos, los cristianos perseguidos”. Y ha pedido por los que “se encuentran profundamente heridos: las personas abusadas, despojadas de su libertad y dignidad”, por los “exiliados, los refugiados y quienes han perdido el gusto por la vida”.
También ha tenido presente en la oración a los “pueblos en guerra”, para que “aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón”. Del mismo modo ha mencionado a los “pueblos desfallecidos por las bombas”, en concreto por Irak y Siria. “Sostén a los cristianos de la diáspora y concédeles la unidad de la fe y del amor”, ha pedido el Pontífice.
Para concluir el encuentro, el Santo Padre ha impartido su bendición a los presentes.
En declaraciones a la agencia Fides, el patriarca Sako había indicado que durante el encuentro, le diría al Santo Padre que “esperamos que nos visite próximamente en Irak. Allí necesitamos de su presencia y de su apoyo”.
En el encuentro con el Papa han estado presentes 12 obispos caldeos, veteranos del Sínodo anual que se acaba de celebrar en Erbil, capital del Kurdistán iraquí. Además de los fieles de la comunidad asirio-caldea presente en Georgia, también han recibido al papa Francisco varios grupos de fieles caldeos procedentes de los EE.UU., Francia y Canadá, junto con un grupo de caldeos que actualmente están viviendo con el estado de refugiados, después de abandonar sus hogares ante el avance de los yihadistas del Estado islámico, ha explicado el patriarca.
En Georgia, viven alrededor de 10 mil cristianos pertenecientes a las comunidades caldea y asiria. Sus raíces iniciales en el Cáucaso se remontan a los flujos migratorios que se registraron en la primera mitad del siglo XIX y que se incrementaron a principios del siglo XX, debido a las persecuciones sufridas también por los asirios y caldeos durante la Primera Guerra Mundial. “El encuentro con el Sucesor de Pedro” declara a la agencia Fides el patriarca caldeo, “será un momento fuerte, y lo viviremos para ser confirmados en la fe, en la esperanza y también en la elección de perseverar y permanecer en nuestra tierra martirizada”.
Rocío Lancho García
Misa en Georgia: ‘Abramos la puerta al Señor para que nos dé su consuelo’
Con la santa misa en el estadio capitalino de M. Meskhi, inició el segundo y último día del papa Francisco en Georgia, viaje que proseguirá mañana domingo en Azerbaiyán.
El altar estaba ubicado en un palco construido dentro del estadio, el cual tenía un crucifijo puesto sobre el fondo con el logo de la visita del viaje del Santo Padre a Georgia. Y a uno de los lados se encontraba una imagen la Virgen de la piedad, teniendo en sus brazos el cuerpo de Jesús bajado de la cruz.
El Santo Padre que presidió la misa en latín, vestía paramentos blancos con cruces bordadas de color dorado y llevaba el palio. Con él concelebraron las autoridades religiosas del país, así como los obispos caldeos, rito que cuenta unos diez mil fieles en Georgia.
Estuvieron también muchos fieles ortodoxos, como más de la mitad del coro, así como el presidente y su esposa, también ellos de la Iglesia patriarcal, aunque no una delegación oficial de la Iglesia ortodoxa.
En esta mañana de sol, los varios miles de fieles que se encontraban allí usando gorros y pañuelos blancos o amarillos siguieron la misa con atención y recogimiento.El papa Francisco leyó su homilía en italiano y después cada párrafo un traductor lo transmitía en georgiano.
“Como una madre toma sobre sí el peso y el cansancio de sus hijos, así quiere Dios cargar con nuestros pecados e inquietudes”, recordó, “porque, más allá del mal que podemos hacer, somos siempre sus hijos”
Indicó que “el consuelo que necesitamos, en medio de las vicisitudes turbulentas de la vida, es la presencia de Dios en el corazón” y para ello “tenemos que dejar que el Señor entre en nuestra vida”, o sea “abrirle la puerta y no dejarlo fuera”.
Añadió que “la Iglesia es la casa del consuelo” en invitó a preguntarse “¿soy portador del consuelo de Dios? ¿Sé acoger al otro como huésped y consolar a quien veo cansado y desilusionado?”
Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, ha indicado Francisco: “hacerse pequeños como niños”, sin necesidad de acumular honores y prestigios. En ese sentido indicó que “los niños, que no tienen problemas para comprender a Dios, tienen mucho que enseñarnos”, y debemos recordar que somos “no dueños de la vida, sino hijos del Padre; no adultos autónomos y autosuficientes, sino niños que necesitan ser siempre llevados en brazos, recibir amor y perdón”.
“Dichosos los pastores que no se apuntan a la lógica del éxito mundano, sino que siguen la ley del amor: la acogida, la escucha y el servicio” señaló Francisco. Y añadió: “Dichosa la Iglesia que no cede a los criterios del funcionalismo y de la eficiencia organizativa y no presta atención a su imagen”.
“Pequeño y amado rebaño de Georgia, que tanto te dedicas a la caridad y a la formación, acoge el aliento que te infunde el Buen Pastor, confíate a Aquel que te lleva sobre sus hombros y te consuela”, concluyó el Papa, y resumió estas ideas con algunas palabras de santa Teresa del Niño Jesús, de quien hoy es la fiesta, ente ellas: ‘Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud’.
Sergio Mora
Texto completo de la homilía en la misa en el estadio Meskhi de Georgia
Entre los muchos tesoros de este espléndido país destaca el gran valor que representan las mujeres. Ellas —escribía santa Teresa del Niño Jesús, cuya memoria celebramos hoy— «aman a Dios en número mucho mayor que los hombres» (Manuscritos autobiográficos, Manuscrito A, VI). Aquí en Georgia, hay muchas abuelas y madres que siguen conservando y transmitiendo la fe, sembrada en esta tierra por santa Nino, y llevan el agua fresca del consuelo de Dios a muchas situaciones de desierto y conflicto.
Esto nos ayuda a comprender la belleza de lo que el Señor dice en la primera lectura de hoy: «Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo» (Is 66,13). Como una madre toma sobre sí el peso y el cansancio de sus hijos, así quiere Dios cargar con nuestros pecados e inquietudes; él, que nos conoce y ama infinitamente, es sensible a nuestra oración y sabe enjugar nuestras lágrimas. Cada vez que nos mira se conmueve y se enternece con un amor entrañable, porque, más allá del mal que podemos hacer, somos siempre sus hijos; desea tomarnos en brazos, protegernos, librarnos de los peligros y del mal. Dejemos que resuenen en nuestro corazón las palabras que hoy nos dirige: «Como una madre consuela, así os consolaré yo».
El consuelo que necesitamos, en medio de las vicisitudes turbulentas de la vida, es la presencia de Dios en el corazón. Porque su presencia en nosotros es la fuente del verdadero consuelo, que permanece, que libera del mal, que trae la paz y acrecienta la alegría. Por lo tanto, si queremos ser consolados, tenemos que dejar que el Señor entre en nuestra vida. Y para que el Señor habite establemente en nosotros, es necesario abrirle la puerta y no dejarlo fuera. Hay que tener siempre abiertas las puertas del consuelo porque Jesús quiere entrar por ahí: por el Evangelio leído cada día y llevado siempre con nosotros, la oración silenciosa y de adoración, la Confesión y la Eucaristía. A través de estas puertas el Señor entra y hace que las cosas tengan un sabor nuevo. Pero cuando la puerta del corazón se cierra, su luz no llega y se queda a oscuras. Entonces nos acostumbramos al pesimismo, a lo que no funciona bien, a las realidades que nunca cambiarán. Y terminamos por encerrarnos dentro de nosotros mismos en la tristeza, en los sótanos de la angustia, solos. Si, por el contrario, abrimos de par en par las puertas del consuelo, entrará la luz del Señor.
Pero Dios no nos consuela sólo en el corazón; por medio del profeta Isaías, añade: «En Jerusalén seréis consolados» (66,13). En Jerusalén, en la comunidad, es decir en la ciudad de Dios: cuando estamos unidos, cuando hay comunión entre nosotros obra el consuelo de Dios. En la Iglesia se encuentra consuelo, la Iglesia es la casa del consuelo: aquí Dios desea consolar. Podemos preguntarnos: Yo, que estoy en la Iglesia, ¿soy portador del consuelo de Dios? ¿Sé acoger al otro como huésped y consolar a quien veo cansado y desilusionado? El cristiano, incluso cuando padece aflicción y acoso, está siempre llamado a infundir esperanza a quien está resignado, a alentar a quien está desanimado, a llevar la luz de Jesús, el calor de su presencia y el alivio de su perdón. Muchos sufren, experimentan pruebas e injusticias, viven preocupados. Es necesaria la unción del corazón, el consuelo del Señor que no elimina los problemas, pero da la fuerza del amor, que ayuda a llevar con paz el dolor. Recibir y llevar el consuelo de Dios: esta misión de la Iglesia es urgente. Queridos hermanos y hermanas, sintámonos llamados a esto; no a fosilizarnos en lo que no funciona a nuestro alrededor o a entristecernos cuando vemos algún desacuerdo entre nosotros. No está bien que nos acostumbremos a un «microclima» eclesial cerrado, es bueno que compartamos horizontes de esperanza amplios y abiertos, viviendo el entusiasmo humilde de abrir las puertas y salir de nosotros mismos.
Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, y que hoy nos recuerda su Palabra: hacerse pequeños como niños (cf. Mt 18,3-4), ser «como un niño en brazos de su madre» (Sal 130,2). Para acoger el amor de Dios es necesaria esta pequeñez del corazón: en efecto, sólo los pequeños pueden estar en brazos de su madre.
Quien se hace pequeño como un niño —nos dice Jesús— «es el más grande en el reino de los cielos» (Mt 18,4). La verdadera grandeza del hombre consiste en hacerse pequeño ante Dios. Porque a Dios no se le conoce con elevados pensamientos y muchos estudios, sino con la pequeñez de un corazón humilde y confiado. Para ser grande ante el Altísimo no es necesario acumular honores y prestigios, bienes y éxitos terrenales, sino vaciarse de sí mismo. El niño es precisamente aquel que no tiene nada que dar y todo que recibir. Es frágil, depende del papá y de la mamá. Quien se hace pequeño como un niño se hace pobre de sí mismo, pero rico de Dios.
Los niños, que no tienen problemas para comprender a Dios, tienen mucho que enseñarnos: nos dicen que él realiza cosas grandes en quien no le ofrece resistencia, en quien es simple y sincero, sin dobleces. Nos lo muestra el Evangelio, donde se realizan grandes maravillas con pequeñas cosas: con unos pocos panes y dos peces (cf. Mt 14,15-20), con un grano de mostaza (cf. Mc 4,30-32), con el grano de trigo que cae en tierra y muere (cf. Jn 12,24), con un solo vaso de agua ofrecido (cf. Mt 10,42), con dos pequeñas monedas de una viuda pobre (cf. Lc 21, 1-4), con la humildad de María, la esclava del Señor (cf. Lc 1,46-55).
He aquí la sorprendente grandeza de Dios, un Dios lleno de sorpresas y que ama las sorpresas: nunca perdamos el deseo y la confianza en las sorpresas de Dios. Nos hará bien recordar que somos, siempre y ante todo, hijos suyos: no dueños de la vida, sino hijos del Padre; no adultos autónomos y autosuficientes, sino niños que necesitan ser siempre llevados en brazos, recibir amor y perdón. Dichosa las comunidades cristianas que viven esta genuina sencillez evangélica. Pobres de recursos, pero ricas de Dios. Dichosos los pastores que no se apuntan a la lógica del éxito mundano, sino que siguen la ley del amor: la acogida, la escucha y el servicio. Dichosa la Iglesia que no cede a los criterios del funcionalismo y de la eficiencia organizativa y no presta atención a su imagen. Pequeño y amado rebaño de Georgia, que tanto te dedicas a la caridad y a la formación, acoge el aliento que te infunde el Buen Pastor, confíate a Aquel que te lleva sobre sus hombros y te consuela.
Quisiera resumir estas ideas con algunas palabras de santa Teresa del Niño Jesús, a quien recordamos hoy. Ella nos señala su «pequeño camino» hacia Dios, «el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre», porque «Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud» (Manuscritos autobiográficos, Manuscrito B). Lamentablemente –como escribía entonces, y ocurre también hoy–, Dios encuentra «pocos corazones que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito» (ibíd.). La joven santa y Doctora de la Iglesia, por el contrario, era experta en la «ciencia del Amor» (ibíd.), y nos enseña que «la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar»; nos recuerda también que «la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón» (Manuscrito C). Pidamos
hoy, todos juntos, la gracia de un corazón sencillo, que cree y vive en la fuerza bondadosa del amor, pidamos vivir con la serena y total confianza en la misericordia de Dios.
“Hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio”
“El matrimonio es la cosa más bella que Dios ha creado”, indicó este sábado el papa Francisco, “porque como dice la Biblia, cuando un hombre y una mujer se hacen una sola carne son la imagen de Dios”.
Y sobre la teoría del Gender, indicó que “hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio”, no con las armas, sino con las ideas, “colonizaciones ideológicas que destruyen” y precisó que “de ellas hay que defenderse”.
El Pontífice se refirió al tema del matrimonio respondiendo a una señora georgiana, Irina, que le dirigió una pregunta durante el encuentro que el Papa mantuvo este sábado por la tarde en la catedral católica de la Virgen de la Asunción, con sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas, consagrados y laicos.
El Santo Padre reconoció las tentaciones y problemas que puede existir en un matrimonio, así como la opción de divorciarse y ‘recomenzar de nuevo’. “Los gastos del divorcio — entretanto aseguró Francisco– los pagan dos personas: Dios porque cuando se ensucia la carne se ensucia la imagen de Dios y la pagan los niños.
Y si bien indicó que es normal que en un matrimonio se pueda pelear, e incluso puedan “volar platos”, si hay amor se hace la paz enseguida. “Peleen todo lo que quieran pero no terminen la jornada sin hacer la paz”, dijo, porque “la guerra fría del día siguiente es peligrosísima”. Y para hacer la paz aseguró que es suficiente un gesto o una caricia.
Hay situaciones más complejas, precisó el Santo Padre, “en la que el diablo entra”, cuando se mete una mujer que parece más bonita de la propia o un hombre que parece más válido del propio. En ese caso “pidan ayuda enseguida”, exhortó el Papa.
Por ello les solicitó a todos los creyentes, recibir, acompañar, discernir e integrar porque en la comunidad católica hay que ayudar a salvar los matrimonios.
A un matrimonio si le preguntaría, ¿se quieren? dirían que ‘Sí’. Y añadió: ¿Y cuando alguien hace algo por el otro saben decir gracias? ¿Y si alguno de los dos se porta mal, sabe pedir disculpas? ¿Y si tienen algún programa, saben pedir la opinión del otro? “Permiso, gracias, perdón”, subrayó que son tres palabras que le permiten a un matrimonio ir bien y adelante.
Respondiendo a otra pregunta recordó que la Iglesia tiene que ser abierta, porque es como una madre, esposa de Jesús y nuestra madre. Y que cuando hay turbulencias espirituales hay que ponerse bajo el manto de María.
Francisco invita a los consagrados de Georgia a tener una fe con memoria, coraje y esperanza en el futuro
El papa Francisco tuvo en la tarde de este sábado en la capital de Georgia, un encuentro en la iglesia de la Asunción de la Virgen, con los sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas. Presentes también representantes del Consejo pastoral de las varias denominaciones católicas en Georgia, además de los asistidos y los operadores de caridad de la Iglesia de los camilianos. Este templo en la época del comunismo había sido transformado en una gimnasio y fue reconsagrado hace algunos años atrás.
Mons. Giuseppe Pasotto, administrador apostólico del Cáucaso de los Latinos, recibió al Santo Padre y le agradeció porque “su presencia nos anima a permanecer firmes en la fe de nuestros abuelos” y señaló que Georgia fue la tierra nativa del “nuestro primer santo mártir, san Vartan Mamigonian, que sacrificó su vida junto a sus compañeros para defender la fe cristiana.
El Santo Padre habló improvisando y contó algo que le ha pasado hoy, cuando con otros dos obispos ortodoxos de diversos ritos dieron una vuelta en el auto abierto.
Y después del recorrido, al caminar hacia el auto, una anciana de más de ochenta años, (y bromeó ‘bueno no tan anciana’ lo que produjo mucha risa), lo saludó con cariño detrás de las vallas y le dijo: soy armenia y vivo en Georgia, y añadió que había viajado varias horas para encontrar al Papa y lo mismo el día después.
Francisco elogió la fe simple de esta mujer que “quería ver a Pedro”. “Firmes en la fe –aseguró– es capacidad de recibir el tesoro de la fe, conservarlo y transmitirlo”. No solo no olvidarlo pero “hacerlo crecer y darlo a nuestros hijos”.
Por ello en Cracovia, recordó el Papa, dio como misión especial a los jóvenes la de hablar con los abuelos, porque “son los abuelos quienes nos han transmitido la fe”. Una fe sin el testimonio de los abuelos no crece como tampoco lo hace una fe de la que no doy testimonio a los que vienen. “La fe precisa tener memoria del pasado, coraje en el presente y esperanza en el futuro”.
Respondiendo al seminarista que en sus palabras aseguró sentirse orgulloso de ser católico y que en el futuro será un sacerdotes georgiano, el Papa le preguntó ¿Qué te dijo tu madre cuando de chico le has dicho que querías ser como ese sacerdote que celebraba? A lo que el seminarista indicó que la mamá aceptó la idea. Francisco señaló que “la mujer perdía a un hijo” y que en el inicio de una vocación está siempre la mamá o una abuela…
Por eso invitó a los religiosos a custodiar ese recuerdo de la primera llamada. En particular en el momento de la prueba recordar que fue un llamado del Espíritu Santo, para nunca mirar hacia atrás a no ser para recordar ese primer momento, de manera que la fe se mantenga sólida y también la vocación. Porque la misericordia de Jesús es más grande que nuestros pecados.
El Papa a los camilianos de Tiflis: ‘Las obras de caridad son testimonio de comunión’
En la tarde del sábado, el santo padre Francisco, en la segunda y última jornada del viaje apostólico a Georgia, visitó un centro de asistencia de los camilianos, quienes llegaron en 1998 invitados por san Juan Pablo II, que con motivo de su viaje apostólico les confió la construcción de una clínica en Temka, periferia de Tiflis.
El Papa les recordó a los operadores, que la actividad que realizan es un camino de colaboración fraterna entre los cristianos y fieles de diversos ritos, testimonio de comunión y promoción del camino de la unidad.
Al final de las palabras del Santo Padre, en el patio de la institución realizaron unas coreografías de folclor georgiano, en la cual participaron jóvenes, niños y también personas en silla de ruedas. Y concluyó con una liberación de palomas blancas.
Texto completo de la intervención del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas Os saludo con afecto y me complace encontrarme con vosotros, que trabajáis en el ámbito de la caridad aquí en Georgia, y que con vuestra solicitud expresáis de manera elocuente el amor al prójimo, distintivo de los discípulos de Cristo.
Agradezco al P. Zurab las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Vosotros representáis a los diversos centros caritativos del País: Institutos religiosos masculinos y femeninos, Caritas, Asociaciones eclesiásticas y otras organizaciones y grupos de voluntariado. A cada uno expreso mi gratitud por el generoso compromiso al servicio de los más necesitados.
Vuestra actividad es un camino de colaboración fraterna entre los cristianos de este País y entre los fieles de diversos ritos. Este encuentro bajo el signo de la caridad evangélica es testimonio de comunión y promueve el camino de la unidad. Os animo a continuar por esta senda exigente y fecunda: las personas pobres y débiles son la «carne de Cristo» que interpela a los cristianos de cualquier confesión, que los mueve a obrar sin intereses personales, siguiendo únicamente el impulso del Espíritu Santo.
Dirijo un saludo especial a los ancianos, a los enfermos, a cuantos sufren y a las personas atendidas en las diversas obras de caridad. Me alegra estar un momento con vosotros y animaros: Dios nunca os abandona, siempre está cerca, pronto a escucharos, a daros fortaleza en los momentos de dificultad. Vosotros sois los predilectos de Jesús, que quiso identificarse con las personas que sufren, sufriendo él mismo en su pasión.
Las iniciativas caritativas son el fruto maduro de una Iglesia que sirve, que ofrece esperanza y manifiesta la misericordia de Dios. Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, tenéis una misión muy grande. Continuad viviendo la caridad en la Iglesia y manifestándola en toda la sociedad, con el entusiasmo del amor que viene de Dios. Que la Virgen María, icono del amor gratuito, os guíe y proteja. Que os sostenga también la bendición del Señor que invoco de corazón sobre todos vosotros.
Francisco a los ortodoxos: “Es mucho más lo que nos une de lo que nos divide”
El Papa con el patriarca Elia II
El segundo y último día del viaje apostólico en Georgia concluyó con una visita del Papa a la catedral ortodoxa patriarcal de Svetitskhoveli en Ktskheta, donde le esperaba el patriarca Elia II, primado de la Iglesia autocéfala ortodoxa georgiana. Ambos antes de entrar intercambiaron de manera claramente fraterna, algunas palabras.
Se disiparon así algunas voces que señalaban el hecho de que la Iglesia ortodoxa no había enviado una delegación oficial a la misa de la mañana en el estadio Meskhi de la capital. En la misa de todos modos se había registrado una importante participación de ortodoxos a nivel personal.
Ya en la catedral patriarcal situada a pocos kilómetros de la capital, el papa Francisco les agradeció a los ortodoxos la recepción y “el testimonio de fe que han dado” lo que “me ha hecho tanto bien”. Y recordó un salmo que dice: “Como es bello y dulce que los hermanos vivan juntos en armonía”.
El Pontífice uso una figura, el misterio de la túnica inconsútil, sin costuras, que representa esa unidad que viene desde lo alto, lamentando así las laceraciones que se registraron durante la historia. Y que a pesar de nuestros límites y diferencias históricas y culturales estamos llamados a ser uno en Cristo Jesús. Porque es mucho más lo que nos une de lo que nos divide.
Indicó que es un camino paciente, que es necesario cultivar la confianza en los demás y con humildad, sin miedo y sin desalentarse, sino más bien con la alegre certeza que la esperanza cristiana nos hace pregustar
E invitó a no desperdiciar las ocasiones de diálogo y llevar adelante el que ya existe, como el de la comisión mixta de ortodoxos y católicos. La ceremonia concluyó con un emotivo canto en aramaico, el idioma de Jesús.
Poco antes en el encuentro con los sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y consagrados el Papa señaló que debemos dejar a los teólogos que estudien las cosas abstractas de la fe, porque con un vecino, con una persona ortodoxa hay que ser abierto, ser un amigo, saludarla siempre.
Señaló que el proselitismo se vuelve un pecado con tra el ecumenismo, y que los ortodoxos son nuestros hermanos, hijos de Jesucristo y que fue por situaciones complejas que hemos quedado divididos. Porque creemos en el Padre, en el Hijo en el Espíritu Santo y en la Santa Madre de Dios. Invitó también a hacer obras de caridad juntos a ellos cuando se pueda. Este es el ecumenismo, dijo.
Texto con las palabras del Santo Padre
Santidad, Señor Primer Ministro, Distinguidas Autoridades e ilustres Miembros del Cuerpo Diplomático, Queridos Hermanos Obispos y Sacerdotes, Queridos hermanos y hermanas
Al concluir mi peregrinación en Georgia, doy gracias a Dios por tener un momento de recogimiento en este templo santo. Deseo también dar gracias de corazón aquí por la acogida recibida, por vuestro emotivo testimonio de fe, por el buen corazón de los georgianos. Me vienen a la mente, Santidad, las palabras del Salmo: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza» (Sal 133,1-2). Querido hermano, el Señor, que nos ha concedido la alegría de encontrarnos y de intercambiar el beso santo, rocíe sobre nosotros el ungüento perfumado de la concordia y derrame abundantes bendiciones sobre nuestro camino y el de este amado pueblo.
La lengua georgiana está llena de expresiones significativas que describen la fraternidad, la amistad y la cercanía entre las personas. Hay una, noble y genuina, que manifiesta la disponibilidad para reemplazar al otro, la voluntad de hacerse cargo de él, de decirle con la vida «me gustaría estar en tu lugar»: shen genatsvale. Compartir en la comunión de la oración y en la unión de las almas las alegrías y las angustias, llevando los unos las cargas de los otros (cf. Ga 6,2): que nuestro caminar juntos esté marcado por esta fraterna actitud cristiana.
Esta magnífica catedral, que alberga muchos tesoros de fe y de historia, nos invita a hacer memoria del pasado. Es muy importante, ya que «la caída del pueblo comienza allí, dónde termina la memoria del pasado» (I. Chavchavadze, El pueblo y la historia, en Iveria, 1888). La historia de Georgia es como un libro antiguo en el que cada página nos habla de testimonios santos y de valores cristianos, que han forjado el alma y la cultura del país. Este valioso libro narra, también gestas de gran apertura, acogida e integración. Son valores inestimables y siempre válidos, para esta tierra y para toda la región, tesoros que reflejan bien la identidad cristiana, la cual se mantiene cuando permanece bien fundamentada en la fe y al mismo tiempo está siempre abierta y disponible, nunca rígida o cerrada.
El mensaje cristiano —este lugar sagrado nos lo recuerda— fue durante siglos el pilar de la identidad georgiana: ha dado estabilidad en medio de tantas agitaciones, incluso cuando el destino del País ha sido abandonado por desgracia tantas veces amargamente a su propia suerte. Pero el Señor nunca ha abandonado a la amada tierra de Georgia, porque él es «fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones, sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan» (Sal 145,13-14).
La tierna y compasiva cercanía del Señor está aquí representada de manera particular por el signo de la túnica sagrada. El misterio de la túnica «sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo» (Jn 19,23), ha atraído la atención de los cristianos desde los comienzos. Un Padre antiguo, san Cipriano de Cartago, dijo que en la túnica indivisa de Jesús aparece ese «vínculo de concordia, que une inseparablemente», esa «unidad que viene de lo alto, es decir del cielo y del Padre, que no podía ser desgarrada de ninguna manera» (De catholicae Ecclesiae unitate, 7). La túnica sagrada, misterio de la unidad, nos exhorta a experimentar un gran dolor por las divisiones de los cristianos habidas a lo largo de la historia: son desgarros reales infligidos en la carne del Señor.
Al mismo tiempo, sin embargo, la «unidad que viene de lo alto», el amor de Cristo que nos ha reunido dándonos no solamente su túnica, sino también su propio cuerpo, nos impulsa a no conformarnos y a ofrecernos a nosotros mismos siguiendo su ejemplo (cf. Rm 12,1): nos animan al amor sincero y a la comprensión recíproca para recomponer las laceraciones, impulsados por un espíritu de límpida hermandad cristiana.
Todo esto requiere ciertamente un camino paciente, que hay que cultivar con confianza en los demás y con humildad, sin miedo y sin desalentarse, sino más bien con la alegre certeza que la esperanza cristiana nos hace pregustar. Ella nos anima a creer que se pueden remediar las contraposiciones y remover los obstáculos, nos invita a no renunciar nunca a las oportunidades de encuentro y de diálogo, así como a custodiar y mejorar juntos lo que ya existe. Pienso, por ejemplo, en el diálogo que se está desarrollando en la Comisión Mixta Internacional y en otras fecundas ocasiones de intercambio.
San Cipriano afirmaba también que la túnica de Cristo, «única, indivisible, toda de una sola pieza, indica la inseparable concordia de nuestro pueblo, de nosotros que nos hemos revestido de Cristo» (ibíd.). Aquellos que han sido bautizados en Cristo, dice el apóstol Pablo, se han revestido de Cristo (cf. Ga 3,27). Por lo tanto, a pesar de nuestros límites y más allá de cualquier distinción histórica y cultural, estamos llamados a ser «uno en Cristo Jesús» (Ga 3,28) y a no poner en primer lugar la discordia y las divisiones entre los bautizados, porque realmente es mucho más lo que nos une que lo que nos divide.
En esta Catedral Patriarcal muchos hermanos y hermanas reciben el bautismo, que en la lengua georgiana expresa muy bien la vida nueva recibida en Cristo, indicando una iluminación que da sentido a todo, porque conduce fuera de la oscuridad. En georgiano, incluso la palabra «educación» viene de la misma raíz y por lo tanto está estrechamente emparentada con el bautismo. La nobleza de la lengua induce así a pensar en la belleza de una vida cristiana que desde el comienzo es luminosa y se mantiene así si permanece en la luz del bien y rechaza la oscuridad del mal; si, manteniendo la fidelidad a las propias raíces, no cede a las cerrazones que ensombrecen la vida, sino que está siempre bien dispuesta a aceptar y aprender, a ser iluminada por todo aquello que es bello y verdadero.
Que las espléndidas riquezas de este pueblo sean conocidas y apreciadas; que podamos compartir cada vez más, para el enriquecimiento común, los tesoros que Dios da a cada uno, y nos ayudemos mutuamente a crecer en el bien. Aseguro de corazón mi oración para que el Señor, que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5), por la intercesión de los santos hermanos Apóstoles Pedro y Andrés, de los mártires y de todos los santos, aumente el amor entre los creyentes en Cristo y la búsqueda luminosa de todo aquello que nos pueda acercar, reconciliar y unir. Que la hermandad y la colaboración crezcan en todos los ámbitos; que la oración y el amor nos ayuden a acoger cada vez más el ardiente deseo del Señor para todos los que creen en él por la palabra de los Apóstoles: que todos sean «uno».
Sergio Mora
El Papa en Azerbaiyán: “La fe no es una fuerza mágica que baja del cielo”
El papa Francisco ha asegurado que la fe no es un superpoder que sirve para resolver los problemas de la vida. Además, fe y servicio no se pueden separar. Así lo ha indicado en la homilía de la misa celebrada en su primer encuentro en Kabú. “Sois un pequeño rebaño pero de gran valor a los ojos de Dios”, ha asegurado a los presentes.
El Santo Padre ha aterrizado esta mañana en la capital de Azerbaiyán, tras dos días en Georgia, para concluir esta tarde su viaje al Cáucaso. La misa ha sido celebrada en el Centro Salesiano de la ciudad, en este país en el que los católicos son el 0’01%, es decir ,570. En la homilía, el Pontífice ha explicado que la lecturas del día presentan dos aspectos esenciales de la vida cristiana: la fe y el servicio.
Dios –ha indicado Francisco– no favorece nuestros deseos de cambiar el mundo y a los demás de manera inmediata y continuamente, sino que busca ante todo curar el corazón. “Dios cambia el mundo cambiando nuestros corazones, y esto no puede hacerlo sin nosotros”, ha añadido. Cuando Dios encuentra un corazón abierto y confiado –ha asegurado– allí puede hacer sus maravillas.
Pero, el Papa ha indicado que “tener fe, una fe viva, no es fácil”. Por eso, “auméntanos la fe” es una hermosa súplica, “una oración que también nosotros podríamos dirigir a Dios cada día”.
Asimismo, el Papa ha explicado que la fe, que es un don de Dios y hay que pedirla siempre, “también requiere que nosotros la cultivemos”. En esta línea, el Santo Padre ha recordado que la fe “no es una fuerza mágica que baja del cielo”, “no es una ‘dote’ que se recibe de una vez para siempre”, ni “un superpoder que sirve para resolver los problemas de la vida”. Porque –ha asegurado– una fe concebida para satisfacer nuestras necesidades sería una fe egoísta, totalmente centrada en nosotros mismos. La fe, ha subrayado Francisco, es un hilo de oro que nos une al Señor. “Es un don que vale la vida entera, pero que fructifica si nosotros ponemos nuestra parte”.
Nuestra parte, ha explicado, es el servicio. “Fe y servicio no se pueden separar, es más, están estrechamente unidas, enlazadas entre ellas”, ha precisado el Papa.
Para explicarlo el Santo Padre ha utilizado una imagen muy familiar para este pueblo “las alfombras”. Vuestras alfombras –ha indicado– son verdaderas obras de arte y provienen de una antiquísima tradición. Por eso ha explicado que también “la vida cristiana de cada uno viene de lejos, y es un don que hemos recibido en la Iglesia y que proviene del corazón de Dios, nuestro Padre, que desea hacer de cada uno de nosotros una obra maestra de la creación y de la historia”. Cada alfombra, “se va tejiendo según la trama y la urdimbre”; sólo gracias a esta estructura el conjunto resulta bien compuesto y armonioso. Por eso, el Santo Padre ha asegurado que así sucede en la vida cristiana: “hay que tejerla cada día pacientemente, entrelazando una trama y una urdimbre bien definidas: la trama de la fe y la urdimbre del servicio”.
El Papa ha explicado que el servicio no es solo “ser fieles a nuestros deberes o en hacer alguna obra buena”. Jesús nos pide “una disponibilidad total, una vida completamente entregada, sin cálculos y sin ganancias”.
Asimismo, ha querido recordar que “no estamos llamados a servir sólo para tener una recompensa, sino para imitar a Dios, que se hizo siervo por amor nuestro”. Y –ha añadido– no estamos llamados a servir de vez en cuando, sino a vivir sirviendo.
Al respecto ha advertido sobre dos tentaciones. La primera es dejar que el corazón se vuelva tibio. “El que es tibio vive para satisfacer sus comodidades, que nunca son suficientes, y de ese modo nunca está contento; poco a poco termina por conformarse con una vida mediocre”, ha observado. La segunda tentación es ser “demasiado activos”, pensar como dueños, de trabajar sólo para ganar prestigio y llegar a ser alguien. Entonces, ha advertido, “el servicio se convierte en un medio y no en un fin, porque el fin es ahora el prestigio, después vendrá el poder, el querer ser grandes”.
Para finalizar, el Pontífice ha asegurado a los presentes que “cada uno de vosotros es como un espléndido hilo de seda”, pero “sólo si los distintos hilos están bien entrelazados crean una bella composición; solos, no sirven”. Por eso les ha pedido que permanezcan siempre unidos, “viviendo humildemente en caridad y alegría”.
Rocío Lancho García
Tras la persecución en Azerbaiyán la fe “ha realizado maravillas”
El papa Francisco ha recordado a los muchos cristianos valientes que han tenido confianza en el Señor y han sido fieles en la adversidad. Lo ha hecho al introducir la oración del ángelus, al finalizar la misa celebrada en Kabú, capital de Azerbaiyán, donde ha aterrizado esta mañana.
De este modo, el Santo Padre ha indicado que en la celebración eucarística ha dado “gracias a Dios con vosotros, pero también con vosotros”. Y ha afirmado que en este lugar, la fe, después de los años de la persecución, ha realizado maravillas.
El Pontífice ha dirigido un saludo cordial a los fieles de Azerbaiyán, “animando a cada uno a testimoniar con alegría la fe, la esperanza y la caridad, unidos entre vosotros y con vuestros pastores”.
Además, ha dado las gracias de forma particular a la familia salesiana –que gestiona la iglesia donde se ha celebrado la misa– que cuida de este pueblo y promueve varias obras de caridad. Del mismo modo ha saludado a las hermanas Misioneras de la Caridad y las ha invitado a seguir con entusiasmo su obra de servicio a todos.
Al finalizar la oración mariana, Francisco ha improvisado algunas palabras dirigidas a la pequeña comunidad católica de este país. “Alguno puede pensar que el Papa pierde mucho tiempo: hacer tantos kilómetro de viaje para visitar una pequeña comunidad de 700 personas, en un país de 2 millones”, ha observado. Incluso –ha precisado el Papa– una comunidad no uniforme, porque entre vosotros se habla azerí, italiano, inglés, español… Es una comunidad de periferia.
Pero “el Papa, en esto, imita al Espíritu Santo: también Él bajó del cielo en una pequeña comunidad de periferia cerrada en el Cenáculo”. Y esa comunidad, ha indicado el Santo Padre, con miedo, se sentía pobre y perseguida quizá o dejada de lado: le da la valentía, la fuerza, la parresía para ir adelante y proclamar el nombre de Jesús.
Asimismo, ha explicado que las puertas de esa comunidad de Jerusalén, que estaban cerradas por el miedo o la vergüenza, se abrieron y salió la fuerza del Espíritu. De este modo ha asegurado que “el Papa ‘pierde tiempo’ como lo ha perdido el Espíritu Santo en ese tiempo. Finalmente les ha pedido que no se olviden de la Madre y de la caridad, el amor fraterno que el Espíritu Santo derramó sobre ellos.
El Papa confía en que el Cáucaso logre superar las divergencias
El papa Francisco, en su encuentro con las autoridades, cuerpo diplomático y sociedad civil de Azerbaiyán, ha asegurado que el esfuerzo común en la construcción de una armonía entre las diferencias es particularmente importante en este tiempo, porque “muestra que es posible testimoniar las propias ideas y la propia concepción de la vida sin conculcar los derechos de los que tienen otras concepciones o formas de ver”. Además, ha advertido de que el mundo experimenta el drama de muchos conflictos que se alimentan de la intolerancia, fomentada por ideologías violentas y por la negación práctica de los derechos de los más pobres. Para oponerse eficazmente a estas peligrosas desviaciones –ha asegurado– es necesario que crezca la cultura de la paz, la cual se nutre de una incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que no existe otra alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de soluciones compartidas, mediante leales y constantes negociaciones.
Anteriormente, el Pontífice ha visitado el Palacio presidencial de Ganjlik, donde ha sido recibido por el presidente Ilham Heydar Aliye, con quien se ha reunido en privado, después de escuchar los himnos y la presentación de la delegaciones.
A continuación, el Papa ha visitado el Monumento a los Caídos por la Independencia de Bakú, donde ha hecho una ofrenda floral. El Monumento fue construido en 1998 en la zona llamada “Alley of Martyrs”, considerada el emblema de la lucha por la libertad y la integridad nacional de Azerbaiyán. En 1918 fueron sepultados los soldados azeríes y turcos caídos en defensa de la ciudad. El sitio fue escenario de manifestaciones populares contra las unidades del ejército soviético, sofocadas con una violenta represión en 1990. Las personas caídas durante esa masacre fueron enterradas ahí. En el Memorial están sepultados también los caídos en la guerra del Nagorno-Karabakh (1992-1994). El recorrido del Santo Padre ha proseguido hasta el centro “Heydar Aliyev”, donde se ha celebrado el encuentro con las autoridades, cuerpo diplomático y sociedad civil.
En su discurso, el papa Francisco ha indicado que ha llegado a este país “llevando en el corazón la admiración por la complejidad y riqueza de su cultura, fruto de la aportación de tantos pueblos que a lo largo de la historia han habitado estas tierras, dando vida a un tejido de experiencias, valores y peculiaridades que caracterizan la sociedad actual y se traducen en la prosperidad del moderno Estado azerí”.
Recordando que el próximo 18 de octubre Azerbaiyán celebrará el 25 aniversario de su independencia, ha precisado que el camino recorrido hasta aquí “muestra claramente los notables esfuerzos que se han hecho para consolidar las instituciones y favorecer el crecimiento económico y civil de la nación”. Es una trayectoria –ha añadido– que exige una constante atención a todos, especialmente a los más débiles. Una trayectoria, ha observado Francisco, posible gracias a una sociedad que “reconoce los beneficios de la multiculturalidad” y de la “necesaria complementariedad de las culturas”, de manera que entre los distintos componentes de la comunidad civil y entre los que pertenecen a diferentes confesiones religiosas se instauren “relaciones de mutua colaboración y respeto”.
Asimismo, ha asegurado que toda pertenencia étnica o ideológica, como todo auténtico camino religioso, “debe repudiar actitudes y concepciones que instrumentalizan las propias convicciones, la propia identidad o el nombre de Dios para legitimar intentos de opresión y dominio”.
Por eso, el Santo Padre ha manifestado su deseo de que Azerbaiyán prosiga por este “camino de colaboración entre las distintas culturas y confesiones religiosas”. Así como que la armonía y la coexistencia pacífica “alimenten cada vez más la vida social y civil del país en sus múltiples aspectos, asegurando a todos la posibilidad de aportar la propia contribución al bien común”.
El Santo Padre ha explicado que así como dentro de los confines de una nación se debe fomentar la armonía entre los distintos grupos que la componen, del mismo modo, “también entre los Estados es necesario proseguir, con sabiduría y valor, por el camino que conduce al verdadero progreso y a la libertad de los pueblos, abriendo itinerarios originales que tiendan a alcanzar acuerdos duraderos y a la paz”.
Por otro lado, el Santo Padre ha expresado su cercanía a quienes han debido abandonar su tierra y a tantas personas que sufren a causa conflictos sangrientos. “Espero que la comunidad internacional sepa ofrecer con constancia su indispensable ayuda”, ha manifestado. Y con el fin de hacer posible la apertura de una fase nueva, abierta a una paz estable en la región, Francisco ha invitado a todos a “hacer todo lo posible para alcanzar una solución satisfactoria”.
El Papa confía en que “el Cáucaso pueda ser un lugar donde, a través del diálogo y las negociaciones, las controversias y las divergencias logren componerse y superarse”.
Finalmente, el Santo Padre ha expresado su alegría por las “cordiales relaciones que la comunidad católica tiene con la musulmana, la ortodoxa y la judía”, y espera que “se incrementen los signos de amistad y de colaboración”.
La adhesión a los genuinos valores religiosos –ha concluido– es totalmente incompatible con el tentativo de imponer con la violencia a los otros las propias formas de ver, escudándose en el santo nombre de Dios.
Rocío Lancho García
Francisco en el encuentro interreligioso pide que la sociedad no instrumentalice “el factor religioso”
La visita de papa Francisco a Azerbaiyán ha concluido con el encuentro interreligiosos que se ha celebrado en la mezquita de Bakú. Un gran signo –ha definido el Papa– reunirse en amistad fraterna en este lugar de oración, un signo que manifiesta esa armonía que las religiones juntas pueden construir a partir de las relaciones personales y de la buena voluntad de los responsables.
Antes de celebrarse el encuentro, el Santo Padre se ha reunido en privado con el líder de los musulmanes del Cáucaso, Allahshukur Pashazadeh, después de visitar juntos la mezquita.
En su discurso, el Pontífice ha observado que de la concordia que existe entre las religiones se beneficia Azerbaiyán, “que se distingue por la acogida y la hospitalidad, dones que he podido experimentar en esta memorable jornada”.
Este encuentro –ha precisado Francisco– está también en continuidad con las muchas reuniones que tienen lugar en Bakú para promover el diálogo y la multiculturalidad. “Abriendo las puertas a la acogida y a la integración, se abren las puertas de los corazones de cada uno y las puertas de la esperanza para todos”, ha asegurado.
La fraternidad y el intercambio son invocados y esperados “por quienes desean el bien común, y sobre todo agradan a Dios, compasivo y misericordioso, que quiere a los hijos e hijas de la única familia humana más unidos entre sí y siempre en diálogo”.
Asimismo, ha querido subrayar que “abrirse a los demás no empobrece, sino que más bien enriquece, porque ayuda a ser más humanos”. Es decir, “a reconocerse parte activa de un todo más grande y a interpretar la vida como un regalo para los otros”.
Las religiones, ha explicado el Papa, están llamadas a hacernos comprender que el centro del hombre está fuera de sí mismo, que tendemos hacia lo Alto infinito y hacia el otro que tenemos al lado. Por lo tanto, “la religión es una necesidad para el hombre, para realizar su fin, una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal, que está siempre al acecho en la puerta de su corazón”. Así, ha afirmado que “nosotros, como guías”, “tenemos una gran responsabilidad para ofrecer respuestas auténticas a la búsqueda del hombre, a menudo perdido en las vertiginosas paradojas de nuestro tiempo”.
Por otro lado, ha advertido de que la sociedad humana “debe vencer la tentación de instrumentalizar el factor religioso”. Las religiones –ha insistido– nunca han de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y enfrentamientos.
Además, ha asegurado que toda sociedad civil tiene la tarea de apoyar la religión y para ello es necesario “garantizar una efectiva y auténtica libertad”. Sin utilizar ‘pegamentos’ artificiales que obliguen al hombre a creer, imponiéndole un determinado credo y privándolo de la libertad de elección ni han de entrar en las religiones los ‘clavos’ externos de los intereses mundanos, de la ambición de poder y de dinero.
Porque Dios “no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo”, ha añadido.
Por el otro lado, el Pontífice ha asegurado que la oración y el diálogo están profundamente relacionados entre sí, “nacen de la apertura del corazón y se inclinan hacia el bien de los otros, enriqueciéndose así y reforzándose mutuamente”.
Asimismo ha exhortado por una paz verdadera, duradera “animada por el valor de superar las barreras, de erradicar la pobreza y la injusticia, de denunciar y detener la proliferación de armas y las ganancias inicuas obtenidas sobre la piel de los otros”.
Al respecto ha insistido en que “no es tiempo de soluciones violentas y bruscas”, sino “la hora urgente de emprender procesos pacientes de reconciliación”.
Finalmente, el Santo Padre ha pedido que en esta querida región del Cáucaso, “las religiones sean vehículos activos para superar las tragedias del pasado y las tensiones de hoy”.
Al concluir el encuentro, el Santo Padre se dirige al aeropuerto para regresar a Roma.
Rocío Lancho García