Entrevista a Visar Zhiti, representante diplomático de Albania ante la Santa Sede
(ZENIT – Roma).- Cuando Madre Teresa ganó el premio Nobel de la Paz en 1979 era ya conocida en todo el mundo por su gran labor y misión en Calcuta. En todo el mundo, menos en su país de origen, Albania, donde el régimen comunista había prohibido no solo a la religión, sino también a Dios y como consecuencia a esta ciudadana suya, Agnes Gonxha Bojaxhiu.
Así lo cuenta a ZENIT Visar Zhiti, representante diplomático de Albania ante la Santa Sede. “Albania estaba cerrada en aquella época a todas las noticas, incluida Madre Teresa. Era famosa en el mundo y no podía ir a su país”, recuerda. La primera vez que él escuchó su nombre fue en la cárcel en 1979, donde cumplía condena acusado de escribir unos poemas ‘subversivos’. Cuando iban nuevos presos, los que llevaban allí más tiempo preguntaban qué estaba sucediendo fuera. Un joven le dijo “he escuchado en la RAI (televisión pública italiana) que una monja albanesa ha ganado el premio Nobel de la Paz, sor Teresa”. Ese nombre se quedó “en mi cabeza y mi corazón”, asegura el diplomático albanés.
En Albania la religión estaba prohibida, único país en el mundo ateo. Todos los templos religiosos habían sido destruidos. Los sacerdotes habían sido fusilados o estaban en la cárcel. “Escuchar que una monja albanesa era conocida en todo el mundo y había ganado un premio Nobel, era una alegría. Dios nos daba este “premio” para compensar la situación que tenía el país”, observa Visar.
Cuando salió de la cárcel, aún vivían bajo el régimen comunista y como muchos compatriotas veía la RAI a escondidas. Vio un documental sobre Madre Teresa, y se quedó maravillado con su misión y su trabajo en la India. Años después se trasladó a Italia para trabajar, y allí se informó más sobre Madre Teresa. Y encontró su libro de oraciones suyas en italiano y sintió la necesidad de traducir estas oraciones al albanés. “No me avergüenzo de contar que mientras traducía lloraba”, confiesa. Y es así como por primera vez se publicaron las oraciones de Madre Teresa en su lengua materna. Y la publicación tuvo mucho éxito.
Visar también recuerda la primera vez que vio a Madre Teresa en persona. Fue en Albania. Hubo un encuentro en un centro cultural internacional, y cuando terminó se acercó a ella y le dijo “Madre Teresa, he traducido sus oraciones” y ella respondió de forma seca, veloz “has hecho bien”. Esta respuesta provocó en él un pregunta, ¿por qué no se ha entusiasmado? Y dudó si había dicho algo que no iba bien. Pero también estaba feliz por haber podido estar cerca de ella. Luego supo que Madre Teresa nunca leyó en su vida un libro sobre ella misma y así entendió la respuesta que le dio en aquella ocasión. “La mujer más conocida en el mundo no quería estatuas, elogios, libros… Ella trabajaba por la humanidad”, recuerda.
Para Albania, este evento “mundial”, es especialmente motivo de alegría, asegura Visar. “El pueblo albanese ha dado al mundo una hija así”, afirma. Y esto es, precisa, “un llamamiento para ser mejores, para mejorar el país, para ver a Dios en los otros”.
Leyendo y profundizando en los textos de Madre Teresa, reconoce Visar, se sentía como un minero buscando oro en la mina. Siempre encontraba más de lo que esperaba encontrar, es un horizonte que no se acaba nunca.
Cuando murió la Madre Teresa –recuerda el diplomático Albanés– todos nos sentimos un poco huérfanos. Ahora que será canonizada esta orfandad termina porque de nuevo, desde el cielo, sabemos que cuida de nosotros.
Finalmente, también explica que Madre Teresa es querida no solo por los cristianos, también por los seguidores de otras religiones. Y menciona al respecto una ocasión en la que participó en la inauguración de la sede de los Bektashi en Albania, y como ella decía “cuando rezamos todos estamos unidos”. Este es — señala– un mensaje de Madre Teresa que en Albania hemos entendido muy bien, tal y como señaló el Santo Padre en su viaje a esta nación. En Albania, concluye Visar, existe una “fraternidad religiosa”.
Rocío Lancho García
Foto: Visar Zhiti, representante diplomático de Albania ante la Santa Sede