La multiplicación de procesos de fecundación in vitro está provocando una importante acumulación de embriones congelados con los que no se sabe qué hacer.
14 de diciembre 2023.- En este momento hay en España 668.082 embriones congelados, según los datos aportados en las últimas semanas por la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). Su informe ha llamado la atención de la opinión pública al declarar que los nacimientos por reproducción asistida aumentaron un 33 % en España en 2021; una cifra que hay que contextualizar, dado que el año anterior fue el del confinamiento por la pandemia.
La noticia ha servido para poner encima de la mesa la situación de un nutrido grupo de la población española habitualmente silenciado: el de los embriones congelados. Desde que en el año 1988 se aprobó en nuestro país la ley que regula la reproducción asistida, los bancos de embriones sobrantes creados por las clínicas de fecundación in vitro (FIV) han ido en aumento.
Normalmente se generan de ocho a doce embriones en cada ciclo de FIV, «porque generar e implantar solo un embrión a la larga sale muy caro si el proceso se malogra y hay que repetirlo», asegura Julio Tudela, director del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia. Además, «eso reduciría las tasas de éxito que desean las clínicas para posicionarse en el mercado. Por ello, lo habitual es crear muchos embriones hasta que uno quede bien implantado. Los demás se dejan congelados en nitrógeno líquido», añade. En estas condiciones pueden permanecer años e incluso décadas, hasta el punto de que se ha llegado a implantar sin problemas alguno con más de 20 años de vida.
«Las parejas que acceden a los procesos de FIV generalmente no reclaman estos embriones cuando ya consiguen tener un hijo», afirma Tudela, que explica asimismo que la ley obliga a mantenerlos al menos durante cuatro años. Si tras ese tiempo sus padres no los quieren, entonces quedan disponibles para la donación a otras parejas —algo muy poco común— o para la investigación científica.
Esta última opción «conlleva necesariamente su destrucción en la totalidad de los casos», apunta Tudela. En los laboratorios «se les hacen algunas perrerías» para comprender mejor la evolución embrionaria, o bien se les extrae del cuerpo células madre para tratamientos terapéuticos de regeneración celular. «Pero esta línea se está dejando de lado en favor de células adultas, lo cual redunda en una acumulación todavía mayor de embriones congelados sin salida», afirma el director del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia.
Tudela señala que el hecho de que cada vez haya más parejas que recurren a la FIV para tener un hijo «crea problemas incluso entre las propias clínicas, que ya se están manifestando abiertamente contra este almacenamiento ilimitado de embriones de los que nadie se hace cargo». Por ello, sostiene que «tenemos ante nuestros ojos un problema enorme. Las conciencias están dormidas. Tiene que haber gente que diga que esto no está bien», sostiene. Algunos investigadores apuestan por una huida hacia delante y se quejan de que la ley otorga más protección a estos embriones que a los que están gestando las embarazadas, que pueden ser abortados sin objeciones.
Así, piden poder deshacerse de estos embriones sin más consideraciones éticas. «Pero no se los puede matar —defiende Tudela—. Hay que protegerlos a todos, estén en el seno de su madre o congelados en un tubo».
¿Cuál es la solución entonces? El director del Observatorio de Bioética reclama como primera medida de urgencia «dejar de producir embriones». Qué hacer después con los cientos de miles ya existentes es más complicado: «La única solución sería que algunas parejas los adoptaran para salvarles la vida. Pero la Iglesia se ha pronunciado con reservas ante esta posibilidad, porque de alguna manera se estaría justificando un proceso ilícito de producción de seres vivos». La otra opción que normalmente se sugiere es «suspender su congelación y dejarlos morir, lo cual es una tragedia de dimensiones descomunales causada por la normalidad con la que nos hemos acostumbrado a vivir esta situación».
JUAN LUIS VÁZQUEZ DÍAZ-MAYORDOMO
Alfa y Omega
Imagen: «Tenemos que dejar de producir embriones», dice el director del Observatorio de Bioética.
(Foto: Raúl Doblado).