Los atentados del 11M cumplen un vigésimo aniversario marcado por el dolor ante la prescripción de los delitos. «La gente sigue necesitando a Dios», afirma una religiosa marcada por lo que vio ese día.
11 de marzo 2024.- En la inseguridad de aquellos primeros momentos de la mañana del 11 de marzo de 2004, el padre de Rodrigo envió un mensaje a su hijo que este nunca pudo leer: «Dinos dónde estás y vamos a buscarte». Años después fue su madre la que recogió esa frase como título de uno de sus libros, «un auténtico diario de duelo que empecé a escribir casi ese mismo día», afirma Marisol Pérez Urbano. Desde entonces, Marisol y su familia viven esta fecha cada año «con dolor, porque recordar de nuevo todo lo que pasó es duro». Lo suelen hacer «en familia», acudiendo a algún acto que organicen las asociaciones de víctimas y tratando de recordar a Rodrigo «con esperanza».
Este año lo van a tener aún más complicado, pues a la fecha redonda del 20 aniversario de los atentados se añade la triste coincidencia de que a su hijo le arrancaron la vida con 20 años. «Rodrigo fue un regalo para nosotros durante el tiempo que le tuvimos, ojalá algún día lo volvamos a encontrar y esté de nuevo a nuestro lado», dice en una entrevista en la que abundan las lágrimas a ambos lados del teléfono. Este dolor retenido, al que deja rienda suelta de vez en cuando durante la conversación, adquiere un tono amargo al hablar de la prescripción de los delitos del 11M al cumplirse sus 20 años: «Yo no sé mucho de leyes ni conozco los límites de la prescripción —afirma Marisol Pérez Urbano—, pero me sienta mal que haya gente que esté aprovechando esto para colar otra vez sus teorías conspirativas. Creo que con eso abusan de la buena fe de muchos. Yo, como madre de una víctima, ¡claro que quiero saber!, pero las elucubraciones absurdas me entristecen. Dejan mucha inquietud y la sombra de una duda y eso es difícil de limpiar después. Me gustaría que nos dejasen vivir tranquilamente y cerrar nuestros duelos en paz».
«Me gustaría que nos dejasen vivir tranquilamente y cerrar nuestros duelos en paz»
Marisol Pérez Urbano
Madre de una víctima
Sobre este asunto también se manifiesta Cristina Garrido, vicepresidenta de la Asociación de Víctimas del 11M, para quien la caducidad de esta figura legal «es una aberración». En su opinión, estos delitos no deberían prescribir «porque en cualquier momento, durante una investigación no relacionada con el 11 M, puede aparecer una pista que lleve a descubrir alguna información desconocida. Eso permitiría a las víctimas no perder la esperanza de que algún día se sepa quiénes fueron los autores intelectuales y quiénes financiaron el atentado». Su asociación ha mantenido reuniones con los distintos grupos políticos para contemplar una posibilidad jurídica distinta, «pero no han movido ficha para que sea posible», lamenta.
El de Garrido es un caso singular, pues ella llegó al mundo de las víctimas del terrorismo desde un atentado muy diferente: el de la sala de fiestas Bataclan, en París, de noviembre de 2015. Allí murió su hijo Juan Alberto y por eso estuvo presente en el proceso judicial y conoció de primera mano las investigaciones, los indicios y las pruebas que permitieron inculpar a los acusados. «Nosotros estuvimos puntualmente informados y en la etapa judicial los magistrados dedicaron un espacio para que las víctimas pudiéramos hablar y expresar cómo nos sentíamos, sin limitación de tiempo. Creo que esta oportunidad no la tuvieron las víctimas del 11M», lamenta. A esta sombra se le añade el hecho de que, «lamentablemente, como sucede con todas las desgracias, el paso del tiempo hace que la sociedad vaya olvidando, porque siempre tiene a mano una noticia más reciente», dice al hilo del anunciado cierre de su asociación en unos días, debido entre otras razones a la falta de medios económicos.
Dónde estaba Dios
Aun así, tanto Marisol como Cristina atestiguan el impacto que sigue suscitando en la gente de a pie todo lo que tiene que ver con los atentados. De ello da fe también Mar Camargo, hoy religiosa de las Esclavas de Cristo Rey, a la que aquel día fatídico le sorprendió mientras trabajaba como cámara de televisión en Telemadrid. «Yo llevaba apenas unos días en el programa Madrid Directo y me enviaron primero a Atocha, donde vi cómo sacaban cuerpos de los trenes para etiquetarlos, y luego al hospital, al Gregorio Marañón, donde estuve con los familiares», recuerda.
«Lamentablemente, el paso del tiempo hace que la sociedad se vaya olvidando de lo sucedido»
Cristina Garrido
Asociación de Víctimas del 11M
Durante esos días «vi muchas miradas perdidas y mucho sinsentido. Me preguntaba dónde estaba Dios en medio de todo ese sufrimiento y entendí que estaba sufriendo con todos en la cruz», señala. A un nivel más profundo, vivir todas esas horas en primera línea «me interpeló mucho, porque yo quería correr a atender a unos y a otros, pero mi trabajo era plasmar con mi cámara lo que veía». Sin embargo, su deseo persistió durante los siguientes meses en forma de llamada, «porque me di cuenta de que Dios me estaba invitando a sanar y a consolar a la gente que sufre».
Los atentados desencadenaron en Mar un proceso de indagación vocacional que se confirmó cuando abrazó la vida religiosa tres años después. Desde entonces, ha podido acompañar a gente rota por distintos tipos de heridas, desde físicas a mentales, incluidos casos de abusos e intentos de suicidio: «Igual que hace 20 años, la gente sigue necesitando a Dios», destaca Mar Camargo, y la Iglesia «debe ayudar a encontrarlo. No podemos guardarnos ese testimonio, porque la gente lo está anhelando sin saberlo».
Dos décadas
• 2004. Entre las 07:36 y las 07:40 del 11 de marzo se producen diez explosiones en cuatro trenes de Cercanías de Madrid.
• 2007. En octubre, la Audiencia Nacional condena a 21 personas por los atentados cometidos.
• 2014. Fallece la víctima 192 después de haber pasado diez años en coma a causa de las lesiones sufridas.
• 2024. Se cumple el 20 aniversario de los atentados, fecha en la que los delitos se consideran prescritos.
JUAN LUIS VÁZQUEZ DÍAZ-MAYORDOMO
Alfa y Omega
Imagen: Velas y flores en recuerdo de las víctimas de los atentados del 11-M en la estación de Atocha, en Madrid, el 16 de marzo de 2004.
(Foto: Chema Navarro).